martes, 27 de abril de 2021

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 6

 La noche ya había caído sobre la ciudad, una ligera niebla iba cayendo poco a poco envolviendo los altos tejados, envuelto en una capa negra se alejaba del bullicioso ruido que provenía de la taberna, lo que había venido a hacer allí ya estaba realizado, su mente ya estaba ocupada en conseguir lo que hasta allí le había hecho venir, con esos pensamientos y el ruido de sus botas se fue alejando entre las sombras mientras a su espalda se oía el ruido de unos pies ligeros corriendo...


El día amaneció de un gris plomizo, tras terminar de perfilar los planes para este nuevo día desayunaron todos juntos, Ogmund y Leopold se turnarían en la posada para intentar averiguar a quien estaban vigilando los hombres del sargento Markus, mientras Íñigo y Erwin irían a hablar con el Sacerdote encargado del templo de Ulric, Íñigo estaba bastante confiado que le haría ver que venían directamente en nombre del propio Ar-Ulric, mientras tanto Ramkir les esperaría por los alrededores por si necesitaban de su ayuda.

Erwin y Íñigo entraron en el templo de Ulric, fueron recibidos por un joven y atento novicio de nombre Justus, tras la petición de que querían ver al sumo Sacerdote este les informo de que si no tenían concertada una cita le sería imposible atenderles, pero Íñigo le enseño el sello de Ar-Ulric, Justus lo reconoció enseguida y disculpándose los acomodo en el templo mientras iba a hablar con el Sumo Sacerdote, al poco tiempo volvió para acompañarlos hasta él, a Íñigo había algo en aquel muchacho que le recordaba a alguien, aunque no fue hasta más tarde, ya en la posada, cuando cayo en la cuenta de cierto parecido de Justus con Ar-Ulric.


En la conversación que mantuvieron con Berthold Kant le expusieron sus temores a que fuera a ser el blanco de un atentado, para así los ulricanos que aun tenían alguna duda dejaran de tenerla, este se mostro predispuesto a hacer lo que creyeran mejor, acepto quedarse un par de días en su casa alegando sentirse incapacitado por alguna dolencia si con ello podían evitar aquello, tras aquella reunión abandonaron el templo para volver a la posada sin ningún contratiempo,  Ramkir les siguió a cierta distancia pudiendo ver como al igual que el día anterior Wolfgang acudía al templo de Ulric.

Mientras tanto en la posada un pilluelo entro y observando a la gente que allí había clavo sus ojos en Ogmund, fue hacía él y le entrego un delicioso pastel de queso, Ogmund se subió a la habitación donde estaba Leopold y ambos pudieron ver que debajo del pastel había una nota para que uno de ellos acudiera a la Ostra Azul en una hora y preguntara por Marian, Leopold se encamino hacía allí, la Ostra Azul era un lupanar frecuentado por las clases altas de la ciudad, y aunque la Madam miro con desprecio a Leopold en cuanto le dijo que quería ver a Marian le abrió las puertas para que pasara, le acompaño hasta la habitación donde se encontraba Marian, una joven de de una gran belleza y un cuerpo seductor, esta jugo un poco con el joven Leopold poniéndole nervioso hasta que apareció el Barón Eduard von Münsterberg, por un lado había confirmado lo que en un principio pensó, ese escudo de armas no existía, era completamente nuevo y no se había hecho publico, en cuanto al nombre que aparecía en la carta, era de Chedwic Wanner, el antiguo Sacerdote ulricano de Ostland, había sido expulsado del culto y desposeído de su cargo por sus ideas radicales sobre los sigmaritas, él y el pequeño grupo de fieles se hacían llamar los  Aulladores, y según se oía habían sido los causantes de las muertes de granjeros que se habían producido al norte del rio Talabec, en la fontera de Ostland, tras aquello Leopold abandono la Ostra Azul no sin antes rechazar el haber podido quedarse un rato con Marian, si necesitaban ponerse en contacto con el Barón Marian sería su contacto.

Ogmund se había quedado solo en la posada, al poco de haberse ido Leopold pudo ver como Torsten entraba y se reunía con uno de los hombres que habían llegado el día anterior, un tal Leberecht Eucken, con disimulo se acerco para escuchar como le decía que esta misma noche lo llevaría a ver a Wolfgang, tras esto Torsten abandono la posada, un poco más tarde el propio Leberecht también decidió dar una pequeña vuelta por la zona, tanto los dos hombres que había fuera como el propio Ogmund lo siguieron, claramente aquel hombre no se sentía a gusto en aquel lugar, para cuando volvieron a la posada el resto de sus compañeros ya habían llegado por lo que pudieron compartir como les había ido y preparar sus siguientes pasos.

Por la noche Erwin y Rankir acudieron juntos a la taberna La Cabeza del Lobo, Leopold se mantuvo apartado de ellos,  mientras Íñigo espero a que Torsten recogiera a Leberecht y les siguió hasta la taberna, Ogmund se quedo en las inmediaciones por lo que pudiera suceder, tanto Leopold como Íñigo intentaron colocarse en posiciones en las que desde la distancia pudieran leer los labios para intentar ver de que hablaban, por suerte para Íñigo, Erwin con la promesa de bebida pudo entretener al impetuoso Olf cuando este entro en la taberna buscándolo, entre Leopold y Íñigo pudieron ver como Wolfgang le decía a Leberecht que un grupo de hijos de Ulric estaban en camino y se reunirían con ellos en siete días al sur de Garssen y que de allí partirían todos juntos para acabar con los Sacerdotes Sigmaritas, Leberecht asintió con alegría ante aquello hablando en nombre de su líder, mañana mismo partiría hasta donde estaba el campamento de sus compañeros cerca de la ciudad, mientras estaban terminando de concretar un joven muchacho entro en la taberna entregando una nota lacrada a Wolfgang, este la abrió y tras leerla esbozo una sonrisa, ante las palabras de Leberecht si ocurría algo este le dijo que no, que Bernd se les unaria pronto, tras ello abandonaron la taberna y ambos marcharon hacia la taberna de El Cebo del Oso, Íñigo y Ogmund los siguieron para ver como desaparecían tras una puerta custodiada por dos enormes hombretones, tras la puerta unas escaleras descendían...

Poco más podían hacer allí, así que marcharon hacía su posada, al día siguiente deberían de partir a primera hora para seguir a aquel hombre si querían averiguar donde se encontraban los que se hacían llamar los Aulladores...



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