martes, 11 de febrero de 2020

EL ENEMIGO INTERIOR. EL CASTILLO DRACHENFELS. Sesión 6

La oscuridad lo envolvía todo, incluso los sentidos estaban adormecidos ante la totalidad falta de luz y de vida, ningún ruido rompía el silencio sepulcral que allí había, el mismo aire era tan denso y viciado que bien se podría cortar con un cuchillo, apenas podía mover los dedos de las manos, donde estaba, cuánto tiempo llevaba inconsciente  o como habia llegado aqui eran preguntas que de momento no tenían respuestas, se sentía tan agotado y dolorido que poco a poco la oscuridad lo volvió a envolver ...



Con rapidez habían conseguido alcanzar una parte del camino donde podrían hacer frente a las aves carroñeras que sobrevolaban sus cabezas, estas empezaron a caer en picado sobre ellos, por suerte entre la magia de Ramkir y las armas de Erwin y Ogmund consiguieron acabar con ellas sin recibir apenas daño, tras cerciorarse que no había mas sobrevolando sus cabezas siguieron caminando donde suponían que estaba el castillo, la niebla cada vez era mas densa y la ligera lluvia les iba calando poco a poco, mientras caminaban entre la niebla de nuevo volvieron a ver el castillo y sus torres, pero esta vez la visión fue fantasmagórica, el castillo parecía como una mano decrepita, sus torres estaban inclinadas como dedos artríticos, en tal estado estaban que no parecía que pudieran aguantar la tormenta que poco a poco avanzaba hacia el castillo, de la torre central se podía apreciar una luz que rompía la oscuridad que allí había, de nuevo la niebla volvió a ocultar el castillo, siguieron avanzando hasta un cruce de caminos, por un lado el camino seguía recto en dirección al castillo, mientras que otro camino subía mas arriba hasta lo que quedaba de un antiguo templo o ermita, sólo sus muros medio derruidos quedaban en pie, el grupo siguió en dirección al castillo, tras andar unos minutos llegaron hasta la entrada del castillo Drachenfels, una muralla de siete metros de altura y  seis altas torres les daban la bienvenida, ante ellos dos grandes puertas de madera maciza protegían la entrada, junto a una de las puertas yacía en el suelo un burro destripado y medio devorado, las puertas apenas estaban entreabiertas, empujando una de ellas consiguieron abrirla lo suficiente para poder entrar, lo primero que vieron era que el suelo adoquinado tenía un brillo raro, estaba como engrasado, cuando se fijaron mas en ello pudieron descubrir restos de piel o huesos pequeños entre los adoquines, por desgracia Ogmund certifico los mas lugubres pensamientos, aquello era grasa humana.



Delante de ellos tenían el edificio principal, y a ambos lados tenían lo que podría ser algún almacén o caballerizas, primero abrieron el del Este, en el suelo y en dirección hacia el Norte se veían lo que podría ser el rastro de alguien que hubiera pasado por aquel lugar, de momento lo dejaron estar y se centraron en el edificio, allí pudieron ver que en su día debería hacer las funciones de caballerizas, pudieron vislumbrar huesos de los esqueletos de varios caballos desperdigados por el suelo, viendo aquello y deduciendo que allí poco o nada de utilidad podrían encontrar se dirigieron hacia el edificio del lado Oeste, en el lo único que vieron es un carruaje, de un negro brillante con cuatro faroles de oro, cortinas corridas de terciopelo rojo y en las puertas en lugar de tiradores tenía una mano de skaven coronada por una cabeza skaven, mientras discutían que hacer de repente el carruaje cargo contra ellos para intentar arrollarlos, por suerte pudieron esquivarlo y salieron al exterior y con ellos el carruaje, en ese momento de el se bajaron dos esqueletos llenos de telarañas y vestidos con harapos, Erwin con su mandoble se encargó de ambos mientras Ramkir lanzaba pequeñas bolas de fuego sobre el carruaje haciendo que su techo empezara a arder, pero también pudo apreciar que en aquel lugar los vientos de la magia fluían extraños, por unos minutos su silueta adquirió una forma fantasmagórica, pero fue Ogmund quien mas sintió las extrañas energías que había en el castillo, de repente invoco la ayuda de Sigmar, pero como si una fuerza lo cogiera se arrodilló allí donde estaba con los ojos en trance , por dos veces el carruaje lo arrolló causándole heridas por todo el cuerpo, hasta que por fin Erwin pudo acudir en su ayuda mientras Ramkir y el fuego acababan con el carruaje, cuando Ogmund volvió en si apenas recordaba nada de lo que había sucedido, los dos esqueletos pertenecían a una mujer y a un hombre adinerados, dentro del carruaje había un esqueleto de una niña y de un niño, debajo de uno de los asientos pudieron rescatar una carta firmada con una D, en ella invitaba a un Marques junto a su familia al castillo,  con poco mas que hacer   se diriguieron a la doble puerta que daba aceso al edificio principal, Ogmund recordando sus antiguos conocimientos de ladron saco unas ganzuas para intentar abrir las puertas, pero por mas que urgo no consiguio desbloquear el mecanismo, con cara de resignacion guardo las ganzuas, tendrían que buscar las llaves en algun otro lugar, aunque por suerte alguien se apoyo en una de las puertas percatandose de que no estaban cerradas con llave, con cautela abrieron una de ellas produciendo un estridente gruñido....     

           

miércoles, 5 de febrero de 2020

El ENEMIGO INTERIOR. EL CASTILLO DRACHENFELS. Sesión 5

El padre Marcus miraba fijamente como Erwin, Ogmund y Ramkir abandonaban el castillo para dirigirse a las Montañas Grises, de solo pensar lo que estaban a punto de acometer se le estremecía todo el cuerpo, si solo una pequeña parte de lo que decían las leyendas eran ciertas el peligro al que allí se enfrentarían era horrible, no solo estaban arriesgando sus vidas, sus propias almas estaban en peligro, en estos momentos se sentía desdichado por no poder acompañarlos pero bien sabía que su lugar no era ese, debía regresar con rapidez a Altdorf y poner al día al Gran Teogonista de sus avances en Bretonia, y las nuevas que Erwin y Ogmund le habían contado del Norte del Imperio no hacían mas que agravar la situación...



Poco a poco se fueron internando en las Montañas Grises, sin ningún camino conocido era difícil orientarse entre las cientos de gargantas y riscos que iban pasando, pero con empeño se fueron abriendo camino, la noche llegó con rapidez y con ella el duro frío del invierno, rachas de gélido aire les acompañaron durante toda la noche provocando que tanto Ramkir como Ogmund apenas pudieran descansar, amaneciendo destemplados, el día siguiente no fue mucho mejor, apenas hicieron progresos, por ningún lado se veían indicios de ningún castillo y al final del día empezó a caer una ligera llovizna acompañada de una densa niebla, la cual les acompañó durante todo el día siguiente haciendo que no pudieran moverse por miedo a perderse, sin apenas comida y con el tiempo en su contra decidieron bajar de las Montañas hasta el valle por donde habían venido, con cuidado descendieron hasta llegar al bosque, una vez en el caminaron en dirección contraria a las Montañas  Grises hasta encontrar una zona un poco mas elevada, allí Ogmund trepo por uno de los árboles mas altos para intentar ver lo que tenían a su alrededor y así poder orientarse, lo que vio fue una ligera columna de humo mas al Oeste, mas o menos por donde estaba la aldea de Serrac, con cautela hacia allí se dirigieron, una vez allí, escondidos en el linde del bosque pudieron ver que en medio del patio de armas del castillo se había prendido fuego a algo, una pira carbonizada así lo atestiguaba, tras acercarse un poco mas para sorpresa de  Erwin y Ogmund vieron que por el castillo andaba un viejo conocido, el Padre Marcus junto a sus dos acólitos , también había hombres de armas con la heráldica de Montfort, mas seguros al ver al Padre Marcus decidieron bajar y andar hacia el Castillo, según se acercaban les dieron el alto animandoles a dejar sus armas, la cual cosa no estaban dispuestos a realizar ninguno de los tres, pero antes de que las cosas fueran a mayores el Padre Marcus atravesó las puertas para encontrarse con Erwin y Ogmund, dándoles un fuerte abrazo y invitándolos al interior del Castillo.



Una vez dentro y sentados alrededor de una mesa con comida y bebida pudieron hablar de lo que les había ocurrido durante estos meses, Erwin le puso al tanto de lo ocurrido en la ciudad de Middenheim y en el Norte del Imperio, en Kislev y mas allá, las noticias no eran nada halagüeñas, el propio Imperio estaba a punto de estallar en una guerra por ver quien ocuparía el trono si finalmente el Emperador moría, los radicales de Ulric cada vez se mostraban mas sin ningún temor, alentando el odio hacia Sigmar, y el Castillo Drachenfels volvía a ser nombrado tras varios siglos olvidado, el Padre Marcus les contó lo que sabia del Castillo, y les contó como de vuelta hacia Montfort decidieron buscar un lugar donde cobijarse de la lluvia y decidieron pedir cobijo en el Castillo, para cuando llegaron el Conde Enguerrant había abandonado el Castillo junto a una docena de sus mas fieles hombres, en su huida había mancillado la capilla del Grial con claros signos a Nurgle, abandonando a un campesino que en su interior había acogido la semilla de la putrefacción de Nurgle, sin poder hacer nada por el la hoguera fue su salvación para salvar su alma, el chico solo susurraba una palabra, Felsbrockemberg, mas tarde pudieron averiguar que se trataba de una antigua mina abandonada en la Montañas Grises.
El Padre Marcus sabedor de a dónde se dirigían santifico un lugar en la orilla del río y realizo la ceremonia para que Ogmund fuera ungido por la luz de Sigmar, durante el transcurso de la ceremonia Ogmund tuvo una visión, primero vio volar cuervos sobre la ciudad de Altdorf sintiendo que el Imperio está en peligro, para acto seguido ver como el Padre Marcus con los ojos en blanco habla con una voz que ni era la suya;

Veo la oscuridad reuniéndose alrededor de una ciudad amurallada, veo al Señor de la muerte a horcajadas sobre un gran río, veo un mal encapuchado detrás del asiento de un Señor una vez poderoso.

Un hombre con un falso testimonio viajará por El Imperio. Y aunque sea un sirviente del Gran Mutador, morirá a manos de sus elegidos, los Desterrados, los Sin Nombre creados a su imagen. Pero vendrá otro, como el primero, y aun diferente. El tomara el testimonio y muchos lo confundirán con su portador original. A Través de muchos peligros viajará al lugar donde espera el Caos, la Ciudad del Lobo Blanco, el hogar del Dios de la Guerra, Señor del Invierno. Y en su compañía habrá otros y el Caos arderá a su paso. Como extraños vendrán, pero aunque apuñalen a la araña en su corazón, su sangre chorreante derramara un peligro mayor.

¡Veo El Imperio en llamas! ¡La Rata Cornuda se sienta en el trono Imperial! Todo está escrito en el libro de los cambios. Si, los enemigos más decididos del Caos demostraran ser sus mejores sirvientes. ¡El enemigo está dentro!



Entre abrazos y palabras de buena fe, Erwin, Ogmund y Ramkir se despiden del Padre Marcus y abandonan el castillo de Serrac camino hacia la antigua mina abandonada, con las indicaciones consiguen encontrarla antes de que caiga la noche, antes de llegar a ella descubren pisadas de botas pesadas, por lo que se acercan a la mina con cautela, descubriendo que allí se ha instalado un gran grupo de pieles verdes, con cautela se alejan dando un rodeo a la mina, en ese rodeo descubren un antiguo camino abandonado que sube hacia la cima de las Montañas Grises, en el no encuentran huellas, se adentran por el hasta que la falta de luz les obliga a parar y descansar, durante la noche no ocurre nada extraño pero justo cuando empieza a amanecer una repentina niebla cae sobre ellos, la niebla viene acompañada por un frío que hiela hasta los huesos, y de entre la niebla aparecen tres figuras espectrales que con el brazo levantado se abalanzan sobre ellos, Ogmund retrocede un paso aunque luego se recompone y como fiel seguidor de Sigmar invoca su ayuda, mientras Ramkir se prepara empezando a canalizar los vientos de la Magia a su alrededor mientras Erwin carga contra las figuras espectrales mandoble en mano, pero en cuanto atraviesa al espectro estos desaparecen, haciendo que poco a poco la niebla se vaya dispersando, extrañados ante lo acontecido recogen sus pertenencias y siguen el sendero, poco a poco el camino se vuelve mas inaccesible a lo que se suma una ligera llovizna y una niebla que les impide ver mucho mas allá,  pero durante unos segundos entre la niebla se puede ver un castillo en lo alto de la cima, el Castillo parece una mano impía intentando arrancar el corazón del cielo, las siete torres brillan por la humedad, como el sudor de un moribundo, acentuando la palidez malsana de las piedras, desde la torre mas alta, en medio del Castillo se eleva un delgado penacho de humo que arrastra la brisa, se oye una risa en la lejanía, o tal vez sea la imaginación que les juega una mal pasada, siguiendo por el camino llegan a un zona en la que deben casi escalar por un camino inclinado y lleno de guijarros, despacio para no perder pie y caer empiezan a avanzar, pero de repente de entre la niebla tres grandes aves caen en picado hacia donde se encuentran, por suerte sus picos no consiguen alcanzarles y batiendo lo que les queda de sus grandes alas vuelven a coger altura para lanzar otro ataque, a riesgo de perder pie y caer deciden subir lo mas rápido posible, por suerte los tres consiguen salvar la zona de guijarros y llegar a una zona donde poder preparase para combatir a las grandes aves carroñeras justo en el momento que vuelven a caer en picado sobre ellos...