viernes, 19 de noviembre de 2021

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 30

La sangre corría por su espalda, con cada latigazo su carne se abría dejando pequeños surcos de sangre, el dolor daba paso al placer, el placer daba paso a la adoración al dios de la sangre, Khaine, Khaine, Khaine, el nombre se repetía con cada latigazo...., había vuelto a fracasar y se merecía ese castigo, con delicadeza, como quien trata a una amante, guardo el látigo ensangrentado, se enfundo sus ropas negras mientras su mirada repasaba las armas que tenía encima de la mesa...





La noche cayo sobre Altdorf, el calor durante el día había sido agobiante y la noche no se presentaba mucho mejor, por la ventana de la habitación del Imperial no entraba ni una gota de aire, a mitad de noche Leopold se despertó con una sensación extraña, con cautela se acerco hasta la puerta, pero allí no noto nada extraño, se encamino a la ventana, según se acerco a ella pudo empezar a escuchar como un siseo continuo, al asomarse lo primero que vio fue la silueta de alguien envuelto en ropas negras que se movía por la esquina de la calle, pero no pudo centrarse mucho en esa extraña figura, el ruido que había escuchado provenía de una redoma que estaba sujeta en la parte alta de la ventana, esta tenía una mecha que estaba apunto de llegar a su fin, con rapidez afianzándose con una de sus manos se impulso hacía arriba consiguiendo con la otra mano lanzar la redoma a la calle, esta exploto en medio de la calle, aquello despertó de sus sueños al resto del grupo, pero antes de que ni siquiera pudieran hacerse una idea de lo que estaba pasando una fuerte explosión se produjo sobre sus cabezas, el techo de la habitación se desplomo sobre ellos, y Leopold salido despedido por la ventana a causa de la onda expansiva, por suerte era un primer piso y la caída no fue muy dura, cuando pudo incorporarse vio como al final de la calle la figura de negro caminaba hacia donde él estaba, con rapidez corrió para intentar esconderse en una de las calles laterales, por suerte pudo esconderse y volver a la posada, para cuando llego encontró a Íñigo ayudando a sus amigos a salir de entre los escombros, la buena noticia es que todos estaban vivos, con algún que otro rasguño pero nada grave, mientras en la calle varios de los huéspedes gritaban indignados al dueño del Imperial por lo ocurrido, a la vez que culpaban de aquello a algún ulricano,  tras recuperar sus pertenencias y contestar alguna pregunta de la guardia pasaron lo que quedaba de noche en la habitación de Íñigo, la cual estaba en buen estado, la noche paso sin más sobresaltos.

Al día siguiente el calor asfixiante no había disminuido, eso junto a la escasez de cerveza hacía que la gente de Altdorf estuviera bastante irritada, por la mañana fueron a visitar al primo del Emperador y nuevo Canciller Siegfried von Walfen, el accedió a conseguirles permisos para que pudieran moverse por la ciudad después del toque de queda, aunque esperaba que fueran lo más discretos posibles, les informo que el Emperador cada día estaba mejor y que pronto encabezaría el ejercito, también se intereso en lo ocurrido la noche anterior, intentaría averiguar quien había podido estar detrás de ese atentado, por desgracia alguna que otra vez no le quedaba más remedio que acudir a ese tipo de gente para realizar ciertos trabajos, tras pasar parte de la mañana con el Canciller se despidieron de él y volvieron a la posada no sin antes comprar varías redomas de aceite para quemar, una vez en la posada esperaron hasta que la tarde estuviera avanzada para coger posiciones, pero cuando estaban a punto de ello uno de los guardias del Canciller les comunico un mensaje, el hombre que había intentado matarles era un asesino llamado Eugen Klopstock, vivía cerca del sanatorio, si no le encontraban él los encontraría a ellos hasta acabar con todos.

Erwin, Ogmund y Ramkir permanecían escondidos en la otra parte de la ciudad, controlando los puentes que estaban más al este, mientras Íñigo y Leopold permanecían cerca del Palacio Imperial intentando ver quien podría ser uno de los futuros jefes de la Mano Purpura, aun faltaba cerca de una hora para medianoche cuando de Palacio salió un grupo de cinco guardias, aquello podría haber sido algo normal, pero Leopold pudo distinguir entre ellos al Capitán de la guardia del Príncipe, ante la duda Leopold decidió seguirlos, mientras Íñigo permanecía vigilando el Palacio por si salía alguien más, estos se dirigieron hasta los puentes del este, allí les dejaron pasar sin ningún problema cuando vieron quien se encontraba entre ellos, Leopold se acerco al rio para con el farol hacerles las señales establecidas al grupo del otro lado, Erwin, Ramkir y Ogmund empezaron a moverse deprisa entre los almacenes de esa parte del puerto, ocupando sus posiciones para emboscar al grupo cuando llegara donde ellos estaban, el combate que se produjo fue rápido, los cogieron por sorpresa, antes incluso de saber que estaba pasando, dos de los guardias cayeron abatidos y von Mühlerberg se vio envuelto en un fuego causado por Ramkir, aún así pudo hacer que Ogmund probara su acero antes de caer bajo su martillo implacable, el resto de los guardias fue cuestión de tiempo que sucumbieran a los ataques de Erwin y Ogmund, para entonces Leopold llego hasta donde estaban, todos ellos llevaban unas tiras de color morado y los cuatro guardias lucían en sus pechos el tatuaje de la mano purpura, von Mühlerberg no tenía dicho tatuaje, pero en su pecho mostraba una zona de su piel arrugada por los efectos de haber sufrido alguna herida con fuego, con rapidez quitaron los cuerpo de allí y los escondieron en una de los almacenes, para cuando acabaron de esconder los cuerpos casi era medianoche, Íñigo no había aparecido aún, no podían esperar más, aún tenían que llegar al punto de la reunión, por lo que los cuatro se embozaron en sus capas negras y se encaminaron hacía allí mientras esperaban que Íñigo los alcanzara por el camino...

jueves, 11 de noviembre de 2021

EL ENEMIGOO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 29

Dos buenas bolsas de coronas de oro descansaban sobre la mesa, una cantidad de oro bastante importante, mucho más dinero de lo que el trabajo en si requería, un pago más que generoso, pero si estaba dispuesto a pagarlo no había más que hablar, con rápido gesto recogió las dos bolsas guardándolas entre sus ropas, con un asentamiento de cabeza abandono el lugar.....a esa hora era cuando más nerviosos se ponían, los gritos se podían escuchar claramente desde su cuarto, aunque a cualquiera esos gritos le pondrían nervioso a él aquello le servía para relajarse, para visualizar lo que tenía que hacer y como llevarlo a cabo, ya había perdido un día y eso era algo que le desagradaba...


Ramkir se dirigió a los Colegios de la Magia, en ellos volvió a ver a parte de sus compañeros de estudios, con ellos dialogo intentando averiguar si estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo y de que lado se habían posicionado, el Gran Patriarca Thyrus Gormann siempre había sido leal al Emperador y así seguiría, en cuanto a los problemas más mundanos se mantenían aparte como siempre había ocurrido, los hechiceros de batalla se estaban preparando para entrar en combate, por lo que ocurría en el Este todo hacía presagiar que pronto Altdorf mandaría sus fuerzas hacía allí, poca más información podía sacar de allí, aunque antes de abandonar los Colegios hizo por encontrar a Sigfrido, y así ocurrió, en uno de los muchos pasillos pudo cruzar varías palabras con él, su arrogancia había ido en aumento, el trato que recibió de él fue claramente ofensivo, intentando menospreciarle, aunque la cosa no fue a mayores y cada uno siguió su camino a expensas de en un futuro rendirse cuentas mutuamente.

Tras su pequeña visita a los Colegios de la Magia se volvieron a juntar todos en el Imperial, por la tarde Íñigo y Ogmund tenían que encontrarse con el hombre de Francesco, este les informo que el hermano Karl no había tenido tratos con los chicos de Dieter, también les dijo que una nueva pandilla de gente de Altdorf se había formado en la parte noreste de la ciudad, en los barrios más marginales, por lo visto se hacían llamar los Purpuras o Morados, no habían intentado entablar contacto con ninguna otra banda de alrededor, tras la reunión quedaron en encontrarse en un par de días por si descubría algo más sobre esa nueva pandilla y por si averiguaba algo del secretario del Príncipe Martín Fechner, esa noche descansaron tranquilamente en el Imperial, aunque a la vuelta Íñigo pudo atrapar a un joven que les había estado siguiendo, el cual acabo desangrado en medio de un callejón tras no haber sacado nada en claro de sus explicaciones, a la mañana siguiente les habían dejado una nota anónima para que acudieran a la posada del Ahorcado si querían información sobre la Mano Purpura, aunque sospechaban que aquello podía ser una trampa a quien encontraron allí fue al Doktor Fassbinder, básicamente les conto lo que ya sabían de la nueva pandilla que se había formado en la ciudad, aunque seguía con la certeza de que alguien cercano a la corte o al Príncipe estaba involucrado, en pocos días se produciría una reunión de los integrantes de la secta para ver quien sería su cabecilla, al parecer nadie sabía quien era la persona cercana a la Corte Imperial, esperaba que pudieran llevar a buen puerto esta empresa y que por fin pudieran coger al hermano Karl, él esta misma tarde abandonaría Altdorf en una barcaza en dirección Sur, ya lo habían intentado matar una vez y si se enteraban que seguía vivo no creía que fallaran una segunda vez, con un fuerte abrazo se despidieron.

Tras volver al Imperial decidieron que esta misma noche la pasarían fuera, escondidos cerca de los dos puentes que estaban más al este de Altdorf, aunque había más puentes en la ciudad esos quizás eran los más directos hacía el barrio donde en teoría debería producirse la reunión de la secta, tampoco conocían que noche se produciría por lo que habría que estar alerta, antes de que cayera la noche tomaron posiciones, exceptuando Leopold que tubo que abandonar su puesto por miedo a que una patrulla de guardias lo pudiera ver, el resto pudo permanecer toda la noche en sus escondite, vigilando en la distancia los puentes, pero la noche paso sin que nadie cruzara por allí, con las primera luces de la mañana regresaron al Imperial, donde pudieron descansar hasta la hora de comer, por la tarde Íñigo y Ogmund se volvieron a entrevistar con el hombre de Francesco, de Martín Fechner no había podido averiguar nada, era un hombre que no salía de Palacio, en cambio de la pandilla de los Purpura si que tenía noticias frescas, por un lado confirmo lo que les había dicho Fassbinder de que estaban preparando una reunión para ver quien sería su líder, por lo visto había una pelea de gallos entre alguien importante de Altdorf del cual se desconocía su identidad y ese tal Karl, la reunión se iba a a producir en un almacén al lado de la fuente de cobre, una parte delicada de ese barrio marginal, por lo visto la reunión seria mañana a medianoche, con aquella información en su poder tenían un día para pensar como actuar, si involucraban a alguien en todo aquello podían espantar a sus lideres y no cogerles, por lo que al parecer otra vez deberían actuar solos, esa misma tarde hablaron con la Gran Indagatrix, si en una persona podían confiar era en ella, les comunico que sus servicios habían sido requeridos en Stirland, varios casos de nigromancia hacían que tuviera que partir hacía allí, por suerte hasta dentro de dos días no abandonaría Altdorf, por lo que accedió a sus planes, se encargaría de guardar sus armas en la capilla de Morr, y ella misma estaría allí mañana por la noche por si tenían que llevar a alguien ante ella para con sus conocimientos hacerle hablar, a fin de cuentas era lo mínimo que podía hacer por ellos después de todo lo que habían arriesgado ellos por el Imperio, solucionado el tener preparadas sus armas para esa noche y el tener a la Gran Indagatrix a su disposición por si la necesitaban para sacar información a algún sectario se dirigieron al Imperial, debían hilar muy bien como iban a moverse esa noche y que pasos iban a dar, esta noche por lo menos podrían descansar entre cómodos colchones de pluma, si algo salía mal quizá para algunos de ellos podría ser la ultima vez...