lunes, 1 de mayo de 2023

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 50

Erwin había salido a respirar el aire de las primeras horas del día, desde donde estaba dos personas le llamaron la atención, a él no le podían ver, claramente eran dos enamorados, aparto su mirada de ellos quizás anhelando ese momento para él, pero al volver a fijarse en ellos distinguió quienes eran, era el Príncipe heredero Wolfgang Holswig-Abenauer y la mujer que tenía entre sus brazos era Greta Cranach, la secretaria de su consejero Martín Fechner, tras aquel momento de intimidad ambos se separaron, pero al retirarse y una vez se quedo sola la mujer cambio su cara de felicidad a la de una profunda tristeza, las lagrimas recorrieron su rostro hasta que volvió a recomponerse regresando a sus quehaceres...

Mientras en otra parte de la ciudad se produjo el encuentro de dos viejos conocidos, durante unos segundos ambos se miraron sorprendidos, pero aquello duro poco, Sigfrido iba acompañado de otros tres hechiceros,  en las breve conversación que tuvieron le recordó que el Gran Maestre del colegio Brillante  y Patriarca Supremo de los colegios de la Magia Thyrus Gormann, estaba deseoso de que acudiera a rendir cuentas por lo ocurrido en Altdorf, y que él estaría ese día presente para verlo arder como  hizo arder a Ernst Heidelmann, ante aquellas palabras Ramkir le respondió de que aquello nunca lo vería, acusándole de sectario, pero aquel no era el lugar para rendir cuentas, el momento ya llegaría, ambos siguieron sus caminos no sin antes lanzarse miradas de odio...


Antes de partir se vistieron con las ropas de los guardias caídos, durante casi medio día recorrieron el camino de Middenheim hacía Delberz, salvo un grupo de jinetes que cabalgaban hacía el sur no tuvieron ningún otro encuentro, y estos jinetes al ver los emblemas que portaban no les prestaron mayor atención, a mediodía buscaron un lugar donde esconderse y Ramkir junto a Leopold se internaron hasta encontrar un punto más alto desde donde poder ver la situación de Delberz, esta estaba completamente asediada, al norte se podían ver los estandartes de Nordland y Middenland , al sur los de Talabecland y Hochland, el río también estaba fuertemente vigilado, prácticamente era casi imposible que alguien entrara o saliera de aquel cerco, pero no les quedaba más remedio que intentarlo aquella noche, por lo que intentaron fijar el mejor sitio posible para ello.

Mientras ese momento llegaba decidieron que hacer con Helmut Todbringer, las opiniones seguían estando enfrentadas, Ramkir y Ogmund pensaban que debería estar muerto, mientras que Erwin se mantenía firme en que debía ser entregado vivo, Leopold tenía la ultima palabra, y tras mucho meditarlo decidió que debía ser entregado vivo, sus votos pudieron más que sus motivos personales, para bien o para mal la decisión ya estaba tomada.

A medianoche emprendieron camino, despacio para no llamar la atención y para que los caballos no sufrieran ninguna caída, consiguieron ir esquivando varías patrullas, pero cuando estaban a punto de cruzar el cerco una de ellas les dio el alto, eran cuatro hombres a caballo, portaban los emblemas de Talabecland, al ver los suyos de Middenheim se relajaron un poco aunque les pareció extraño que estuvieran tal al sur, tras una breve conversación y viendo que estos querían que les acompañaran a ver a su Capitán, Ramkir utilizo su magia para como habían hablado  Ogmund y Leopold cabalgaran hacía Delberz mientras él y Erwin se encargaban de los guardias, por suerte el combate duro apenas unos minutos y cabalgaron tras sus compañeros mientras a sus espaldas se escucha el alboroto de los campamentos cercanos, pero para cuando quisieran llegar ellos ya estarían lo suficientemente lejos del lugar.

Ante ellos tenían los primeros edificios en ruinas de Delberz, varías fogatas habían sido prendidas para poder ver si alguien se aproxima oculto entre las sombras, en cuanto aparecieron un guardia grito dándoles  el alto, exigiendo que descabalgaran y tirasen todas sus armas retirándose de ellas varios metros, y aunque Ogmund le grito al guardia que tenía que ver con urgencia al padre Beoca el guardia volvió a gritar lo mismo, amenazando con dar la orden de disparar a las tropas que allí estaban acantonadas, aquello junto al estrés acumulado hicieron que Ogmund hiciera oídos sordos y cabalgara al galope hacía las ruinas, entraría por las buenas o por las malas, pero por desgracia su caballo recibió varias flechas que hicieron que cayera muerto antes de llegar, Ogmund recibió un duro golpe al caer despedido del caballo y rodar por el suelo,  para cuando se levanto aun un poco aturdido Erwin había acudido a su lado, a su alrededor un gran numero de hombres les apuntaban con sus alabardas, aun estando un poco aturdido por el golpe, las palabras de Ogmund consiguieron intimidar al guardia que comanda a aquellos hombres, por lo que no les fue requisado el gran bulto que llevaban, no así sus armas que fueron recogidas por varios guardias y llevadas a buen recaudo, se les acompaño hasta una sala donde debían esperar mientras varios guardias les mantenían vigilados.

Al cabo de varios minutos por fin una cara conocida apareció por la puerta, el padre Beoca se sorprendió al verlos, abrazando a cada uno de ellos en un claro gesto de alegría de que se encontraran bien, apenas unos segundos después también apareció el Conde Siegfried von Walfen, al igual que el padre Beoca su cara mostraba sorpresa, pero pronto sus ojos se posaron sobre el bulto que Ogmund no había soltado en ningún momento, en sus ojos se podía ver claramente la pregunta que tenía en mente, pero aquel no era el lugar indicado para ello, por lo que una vez les devolvieron sus armas y tras ordenar que llevarán a Helmut a un lugar adecuado a su posición fueron a  un lugar más tranquilo y alejado de ojos indiscretos, allí fue desvelado lo que Ogmund celosamente llevaba envuelto, aun viéndolo a Beoca y a Siegfried von Walfen les costo hacerse a la idea de que delante de ellos tenían el Ghal-Maraz, y aunque Siegfried von Walfen era partidario de mantenerlo en secreto hasta la reunión de mañana al final le consiguieron convencer de despertar a Karl Franz y entregárselo, y así lo hicieron, los ojos del Emperador se abrieron de par en par al ver el martillo, la leyenda se hacia realidad, el Ghal-Maraz había vuelto al Imperio para al igual que había echo Sigmar volver a unirlo, aquello no debía saberse bajo ninguna circunstancia, mañana ellos acudirían a la reunión como testigos junto a otras personalidades, ellos serian los encargados de custodiar el Ghal-Maraz hasta el momento que debía ser mostrado, en cuanto a Helmut Todbringer Karl Franz ordeno que se le cuidara bien, debería ser entregado al Graf Boris Todbringer para que fuera juzgado en Middenheim si así lo creían oportuno, tras aquello cada uno se retiro a descansar aunque fueran un par de horas.

Al día siguiente a mediodía partieron junto a la comitiva del Emperador a la reunión que tendría lugar en un punto intermedio, en ella se había montado una gran mesa, en un lado de ella estaba Karl Franz junto al Conde Siegfried von Walfen, el Gran Duque de Ostland Valmir von Raukov, el padre Beoca y la Condesa Emmanuelle von Liebwitz, en el otro lado de la mesa el Graf de Middenheim Boris Todbringer, y junto a él la Gran Duquesa de Talabecland Elise von Kreiglitz, el Gran Duque de Middenland Leopold von Bildhofen, el Barón Nikse Werner de Nordland y el Conde  Aldebrand Ludenhof de Hochland, retirados unos pasos, cada uno en uno de los extremos de la mesa estaban el Campeón del Emperador Ludwig Schwarzhelms y el hijo del Graf Boris, Heinrich Todbringer, este último al verlos se les quedo mirando sorprendido, intentando averiguar que hacían allí y si habían regresado con aquello que habían ido a buscar, pero aunque intento tener contacto visual con Erwin y con Leopold estos mantuvieron su mirada pérdida al frente...

Junto a ellos y también como testigos se encontraban el sobrino del Emperador junto a su ayudante y su secretaria, también un historiador de Altdorf y otro de Talabecland, y por ultimo el regente en funciones del templo de Ulric hasta que se nombrara un nuevo Ar-Ulric, Franz Fassbinder.



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