sábado, 11 de marzo de 2023

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 46

"Poderoso es Sigmar, que salva a un rey Enano de la deshonra. ¿Cómo puedo recompensarle? Un martillo de guerra, un martillo de hierro, que cayó del cielo con dos lenguas de fuego.                        De la Forja de los Dioses. Trabajado por Herreros Rúnicos, Ghal-Maraz llamado."



En cuanto entraron en aquella sala ambas estatuas de guerreros enanos se movieron, se desplazaron hasta ponerse delante de la doble puerta, una voz con un retumbar profundo como truenos distantes salió de sus bocas, -¿Quién viene y pide el derecho de acceder?, tras varios intentos fracasando por fin dieron con la frase correcta para que aquellos guardianes pétreos se apartaran a un lado dejándoles el paso franco, las puertas se abrieron sin apenas dificultad, ante ellos encontraron otra sala más pequeña, a ambos lados se encontraba una puerta, y delante de ellos al otro extremo de la sala una doble puerta también de un extraño material negro, lo que más le llamo la atención era que todo estaba en perfecto estado, como si el tiempo no hubiera pasado en aquella estancia, un frio sobrenatural les envolvió en cuanto penetraron en ella, lo que ocurrió a continuación apenas se produjo en unos pocos segundos, Erwin camino al otro extremo para abrir las puertas negras, pero cuando casi estaba apunto de tocarlas algo en su interior le hizo retroceder, mientras el resto del grupo se había quedado cerrando las puertas por donde habían accedido, un susurro empezó a crecer en la estancia, aumentando su intensidad hasta desaparecer de golpe, un susurro que Leopold reconoció como khazalid, y de repente el fantasma del Maestro del Saber Wulfan Merglord se materializa delante de ellos, empezando a gritarles que estaba maldito y que si no escapaban él mismo acabaría con ellos, todo ello acompañado con los ojos y la cara completamente desencajada de un loco, a su vez todos los objetos que había en la sala cobraran vida volando en dirección de los aventureros, incluso los enanos de los bajorrelieves de las paredes empezaran a cobrar vida, por suerte Erwin y Ogmund se centraron en acabar con el espíritu de Wulfan con rapidez, ya que Ramkir esta vez no les podía ayudar, había intentado manejar los vientos de la magia, pero un gran dolor se había apoderado de su mente dejándolo indefenso, Leopold se defendía como podía de todos los objetos que intentaban atacarle, pero en cuanto Erwin y Ogmund acabaron con Wulfan los objetos cayeron inertes al suelo, y los enanos de los bajorrelieves se convirtieron en polvo.

Tras recuperarse investigaron las habitaciones de los lados, una había sido destruida a conciencia, la otra aunque también estaba destruida si que pudieron rescatar un libro sobre el arte de la metalurgia y las ultimas paginas del diario de Wulfan, ante ellos solo quedaban las puertas que Erwin no se había atrevido a tocar, pero Ramkir se tomo a la ligera aquello y intento abrir aquellas puertas, pero en cuanto las rozo sintió como era rechazado, un gran dolor recorrió todo su cuerpo haciéndole retroceder atemorizado, y aunque intentaron buscar alguna frase que abriera aquellas puertas no obtuvieron ningún éxito, por lo que decidieron que fuera Leopold quien lo volviera a intentar, por alguna extraña razón entendía el idioma khazalid y quizás aquello sirviera de algo, temeroso avanzo hacía aquellas puertas y despacio acerco su mano a la puerta, en cuanto las rozo sintió una sensación de calidez, y de repente las puertas se abrieron suavemente, ante ellos podían contemplar un gran sala de un extraño material negro, la sala estaba iluminada de una extraña luz que venia de todas partes y de ninguna, en el lado opuesto a la puerta, la pared había sido destrozada, como si hubiese sido golpeada con un martillo desde el otro lado, pero el golpe era como si se hubiera congelado en en el tiempo en el momento de su ruptura, faltando solo la zona central del impacto del que se podía ver una luz malsana latiendo, un gran círculo de runas y símbolos mágicos marcaban los limites exteriores del daño sufrido en la pared, las grietas de aquel golpe acababan en el círculo de runas, que como observo más tarde Ramkir pertenecían a un hechizo mágico demoniaco, que no había sido terminado, pero la naturaleza del hechizo era un misterio para él, pero si algo en verdad les dejo sin palabras fue lo que había suspendido en el aire, parecía imposible que de verdad existiera, pero allí estaba ante sus ojos, el Ghal-maraz, el Rompecráneos, el martillo de Sigmar Heldenhammer, tan poderoso que todos podían sentir como latía su energía mágica.


Lo tenían a su alcance, tras muchas penurias pasadas y con poca o ninguna esperanza de que llegara este momento, pero allí estaban, y aunque estaban seguros que cuando lo cogieran lo que allí estaba vigilando seria liberado no les tembló el pulso, con solemnidad Ogmund estiro sus manos ante aquella reliquia del Imperio, era imposible encontrar palabras para describir las sensaciones de tenerlo en sus manos, pero pronto tuvieron que dejar de pensar en aquello, ya  que al coger el Ghal-maraz se escucho un tremendo crujido y la zona de pared dentro del círculo de runas cayo sobre la estancia, dejando ver lo que parecía ser un negro túnel circular, primero un tremendo aullido surgió del túnel como un vendaval, acompañado de un hedor de muerte y abandono, y poco a poco una luz multicolor se fue acercando por el túnel, y aunque en ello les fuera la vida nuestros héroes estaban dispuestos a plantar cara a lo que de allí emergiera, pero ante lo que venía por el túnel poco podían hacer salvo correr, Ramkir se dio cuenta casi cuando ya lo tenían encima, ante ellos venía un mar de materia del Caos pura, que engullía todo a su paso, corrieron con todas sus fuerzas hasta llegar al embarcadero, y de allí hasta las escaleras que subían al siguiente nivel, pero las escaleras les parecieron que se hacían interminables, hasta que por fin aparecieron donde menos esperaban, no llegaron al segundo nivel de Kadar-Khalizad, aparecieron en la cueva de Yodri, tras ellos las escaleras desaparecieron, la cueva no estaba como la habían dejado unos días atrás, las cajas estaban rotas, el fuego apagado, el agua del manantial estaba turbia, y el cuerpo de Yodri yacía a unos metros de la entrada, su cuerpo estaba retorcido con sus piernas en una ángulo imposible, los huesos se le veían a través de las heridas de su pecho y abdomen, pero aún conservaba un halito de vida, cuando sintió como se le acercaban pudieron escuchar su débil voz, -No está mal... para ser humanos-, sus pequeños dedos intentaron moverse hacía los de Leopold sin conseguirlo, pero Leopold dándose cuenta le cogió la mano intentando estar con él en aquellos últimos momentos, en un débil susurro les conto como su amigo el dragón le había atacado dejándolo moribundo, y antes de exhalar su ultimo aliento les pidió que lo enterraran arriba de la montaña, donde había construido su tumba.


Cuando salieron fuera de la cueva pudieron respirar el aire fresco de la noche, una noche iluminada y llena de estrellas, bordeando el gran saliente encontraron unas pequeñas escaleras talladas en la montaña desde las que llegar hasta la cima de la montaña, una vez arriba un montón hueco de piedras marcaba el lugar donde Yodri deseaba ser enterrado, y con solemnidad allí enterraron lo que quedaba de su maltrecho cuerpo, pero mientras cada uno estaba absorto con sus propios pensamientos empiezo a notarse  un fuerte ruido acompañado con rachas de aire, hasta que de repente vieron como un enorme dragón subía por el lateral de la montaña hasta recortarse en el cielo estrellado por encima de sus cabezas, con claridad distinguen el dragón que vieron en la gran sala del primer nivel de la fortaleza enana, pero su cuerpo esta cambiado, todo su cuerpo estaba lleno como de vetas negras, incluso sus ojos de reptil eran negros como pozos sin fondo, tras dar dos vueltas en circulo emitió un rugido terrorífico y recogiendo sus enormes alas cayo en picado sobre ellos...

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