martes, 14 de febrero de 2023

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 45

 Poco a poco el silencio y la tristeza que recorría aquellas estancias de Kadar-Khalizad se fue adueñando de los cuatro intrépidos aventureros que en ella se habían aventurado, aunque ellos apenas se pararon a pensarlo la melancolía se reflejaba en sus rostros, el silencio daba paso a que los pensamientos mas recónditos salieran a flote, la cara de Ogmund reflejaba su propia lucha interna por no caer en el pesimismo de sus ideas, todos estos años intentando buscar un final que nunca llegaba, y si ese final no existía..., Erwin encaminaba la marcha, como casi siempre, su brazo nunca había flaqueado, nunca había dudado, -pero cuantas muertes había causado?, muchas de ellas se lo merecían, pero quizás no todas, pero él ya no sentía compasión por esas vidas, donde se había quedado el Erwin que si tenía esos sentimientos..., Ramkir jugaba inconscientemente con sus dedos, para él junto a su inteligencia lo eran todo, pero cada vez sentía que el peso sobre sus hombros era mayor, tenía la certeza que sus compañeros dependían de él para conseguir lo que habían venido a buscar, pero ya les había fallado dos veces, debería estar muerto, pero el destino no lo había decidido así, tenía otra oportunidad, pero y si volvía a fracasar, y si no estaba preparado para lo que estuviera por venir..., pero quizás quien más estaba sufriendo era Leopold, cerraba el grupo, se sentía agotado, casi arrastrando sus pies, los últimos encuentros con aquellas criaturas fantasmales le habían dejado agotado, aquello le había traído el recuerdo de su madre, la había dado por perdida, su encuentro fue algo tan inesperado que apenas había tenido tiempo para decirle todo lo que sentía y todo lo que la había echado de menos, y ahora estaba en aquel lugar, quizás en lo que sería la tumba de todos ellos, la había encontrado y ahora la podría perder para siempre, no volver a verla, aquella idea y el saber lo que le podría pasar si fracasaban le producía un gran dolor allí donde Ogmund no podía curarlo con sus oraciones...



El combate con aquel elemental de piedra fue duro, los golpes de la espada de Leopold rebotaban, mientras que Ramkir tenía que recurrir a todo su poder para intentar que saltaran trozos de piedra de aquel ser, pero los golpes del martillo de Ogmund junto al mandoble de Erwin si que lo iban debilitando, hasta que por fin se desplomo en el suelo deshaciéndose en pedazos, eliminado el peligro terminaron de inspeccionar el templo, en las cámaras traseras encontraron un cinturón y una espada de manufactura enana, ambos con varías runas talladas, las cuales otorgaban ciertos poderes a su portador, Leopold fue el elegido para llevarlas, aunque la espada de momento no la usaría ya que una de sus runas podría anular la magia de Ramkir, las dos siguientes horas las dedicaron a ordenar el templo y enterrar los huesos del enano que habían recuperado debajo de los escombros de la columna derruida y de los enanos que había en el cementerio, tras aquello pudieron ver como los espíritus de aquellos muertos regresaban a sus tumbas para el merecido descanso eterno.

Leopold estaba muy cansado, el encuentro que tuvieron con los espectros lo había dejado muy debilitado y apenas le quedaban fuerzas, decidieron descansar un día completo con la esperanza que recuperara algo de energía, así también Ogmund podría limpiar y tratar el oído de Erwin, aunque por desgracia para él, el daño ya estaba hecho, ese oído ya no se volvería a recuperar del todo, tras aquel largo y tedioso descanso en el que sus pensamientos más tristes les hicieron compañía por fin se volvieron a poner en marcha, su primer objetivo fue probar a abrir la puerta que no habían podido abrir, probaron con el nombre de Sigmar, pero no ocurrió nada, pero en cuanto pronunciaron el nombre del Dios enano Grungni estas se abrieron silenciosamente, en su interior una habitación vacía salvo por una losa de piedra que había en el suelo, debajo de ella destaparon una escalera de caracol que descendía, descendía hasta unas rejas negras que por su estado no notaban el paso del tiempo, estas estaban trabadas por una gruesa barra con cuatro cerraduras, por suerte las cuatro llaves negras que llevaban sirvieron para poder abrir aquella reja, un camino les llevo hasta un pequeño embarcadero, un rio subterráneo de aguas bravas discurría delante de ellos, junto al embarcadero una barca de piedra se mantenía inmóvil sobre el agua.


Con cierto recelo se fueron subiendo a la barca, pero aquella no se movió ni un centímetro, pero al pronunciar otra vez a Grungni esta empezó a desplazarse, con un ritmo lento navego sobre 15 minutos hasta pararse en otro embarcadero, donde otro tramo de escaleras volvían a descender aun más en la montaña, dando lugar a una gran sala llena de estalactitas, en alguna de ellas se podían ver reflejadas las caras de enanos gritando, con cautela empezaron a bordear la sala para intentar llegar al corredor que había en el otro extremo, por el camino varías de aquellas estalactitas se desprendieron del techo impactando por suerte sobre sus escudos, los cuales quedaron inservibles ya que se deshicieron, tras aquella sala anduvieron por un sinuoso corredor que cada vez se estrechaba más, hasta por fin  llegar a una sala cuadrada, en ella al fondo había una puerta de dos hojas idénticas, fabricadas con algún extraño metal negro y con un detalle asombroso, mostrando en sus relieves a guerreros enanos, flanqueando las puertas había dos estatuas de dos guerreros enanos...



Tanto Ramkir como Ogmund pudieron sentir que muy cerca de allí había un gran poder, incluso Leopold y Erwin tenían una sensación extraña, su sexto sentido les alertaba de algo extraño...

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