lunes, 21 de junio de 2021

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 14

Sus ojos desprendían un odio irracional hacía quien tenía delante, aquel hombre ya frustro sus planes en el pasado y otra vez volvía a interponerse en su camino, no estaba dispuesto a dejar que sus engaños le quitaran el favor del Gran Mutador, él y solo él era el elegido para acabar con el Imperio..., alzando los brazos hacía el cielo e invocando el poder de Tzeentch desencadeno un infierno de fuego a su alrededor, su amo lo había elegido y lo protegería de aquellas llamas infernales...


Erwin freno su carrera cuando vio a Ernst y lo que a su lado se encontraba, una bestia horrible, un minotauro de un considerable tamaño, en sus poderosos brazos empuñaba un gran hacha a dos manos y en su frente brillaba la marca de Tzeentch como si la tuviera a fuego vivo, a cualquier otro hombre la sola visión de aquella criatura le hubiera causado un miedo atroz, pero Erwin no era un hombre cualquiera, los dos últimos años habían forjado a un Campeón del Imperio, cogiendo fuerte su mandoble avanzo con determinación hacia ellos, el minotauro restregó la tierra con unas de sus pezuñas y cargo hacía Erwin, mientras, Ogmund y Leopold luchaban contra los dos hombres bestias que acosaban al Caballero del Lobo Blanco que aun quedaba en pie, Íñigo y Ramkir llegaron hasta donde estebaban peleando, escucharon que algo oculto en el bosque se acercaba, Íñigo permaneció atento, con la pistola presta para disparar a lo que de allí saliera, mientras Ramkir avanzo para ayudar a Erwin, por desgracia poco pudo hacer, cuando intento dar forma a su magia con desesperación noto que en aquel lugar no había ningún rastro de los vientos de la magia, al parecer los vientos de la magia se arremolinaban alrededor de aquel humano, y con un ligero movimiento de la mano de aquel humano surgieron lo que él había intentado realizar hacía apenas unos segundos, cuatro pequeñas bolas de fuego salieron disparadas, dos de ellas se estrellaron en Erwin, pero su coraza fue suficiente para protegerlo, pero las otras dos volaron directas hacía Ramkir explosionando en su pierda derecha con tal fuerza que a punto estuvieron de acabar con su vida, un dolor lacerante recorrió todo su cuerpo mientras contemplaba su pierna casi carbonizada, con sus fuerzas menguadas apenas podía sostenerse en pie, arrastrando la pierna poco a poco fue moviéndose para buscar la protección de los arboles, mal herido y sin sus poderes mágicos poco podía hacer salvo esconderse.


El minotauro cargo a Erwin pero a este le resulto fácil esquivar su feroz ataque, lo que ocurrió después apenas duro unos instantes, con el mismo movimiento que utilizo Erwin para esquivar el ataque de aquel ser, giro sobre si mismo haciendo girar el mandoble en un circulo tan preciso que la cabeza del minotauro se separo de su cuerpo sin que este se hubiera dado cuenta de lo sucedido, la mirada de Ernst reflejaba cierto temor con lo que estaba ocurriendo, su confianza empezaba a flaquear, su magia no parecía que estuviera haciendo mella en Erwin, mientras, Íñigo disparaba su pistola contra el hombre bestia que había emergido del bosque en su dirección, tras su certero disparo saco sus armas en un ágil movimiento, entre él y la ayuda de Leopold consiguieron acabar con rapidez con aquella bestia para apoyados con los gritos de Ramkir salir en ayuda de Erwin, mientras, Ogmund cargaba contra los hombres bestias que asediaban al único Caballero del Sol Llameante que quedaba, al norte el grupo de mutantes seguía luchando contra los Sacerdotes mientras el Caballero del Lobo Blanco corría en su ayuda.


Erwin había cargado contra Ernst, unos segundos más tarde Leopold y Íñigo se les unieron, la marca de Tzeentch recorría el cuerpo de aquel humano como si estuviera viva, aquello distrajo a sus atacantes dándole el tiempo necesario para lanzar el hechizo más destructivo de los hechiceros brillantes, un infierno de llamas se desencadeno en aquel lugar, el propio Ernst sucumbió ante ellas, Ramkir que estaba muy mal herido vio que llegaba su hora, pero Ogmund cargo con él para sacarlo fuera de aquel mar de fuego, Erwin izo lo propio con un Leopold exhausto, mientras Íñigo consiguió salir mal herido pero por su propio pie,  del resto de gente que había en el claro solo dos mutantes consiguieron escapar de aquel infierno, el resto fallecieron entre agónicos gritos, una vez que Ogmund pudo atender las heridas de sus compañeros, Ramkir se acerco hasta el cuerpo de Ernst, lo que allí había era una masa desigual, llena de distintas mutaciones, con un gran respeto enterraron los cuerpos de los sacerdotes y de los caballeros, Ogmund y Leopold se encargaron de levantar plegarias a sus respectivos Dioses, los cuerpos de los mutantes y de los hombres bestias los quemaron en una gran pira para después volver al camino y seguir rumbo hacía Altdorf, esa noche pudieron descansar sin ningún contratiempo y al día siguiente casi a mediodía por fin ante ellos pudieron contemplar la capital del Imperio, ante ellos tenían Altdorf...

Tras dejar los caballos al cuidado de Erich Alder, en los establos de su propio nombre, se dirigieron a la larga cola de gente que esperaba para entrar en la ciudad, tras unos veinte minutos de cola por fin llegaron hasta sus puertas, allí como ya les paso en Middenheim tuvieron que dejar todas sus pertenencias menos un arma de mano y una daga, todos menos Ogmund, que tras mucho tiempo por fin volvía a lucir el emblema de sacerdote de Sigmar, aquello le permitió entrar en la ciudad con todas sus pertenencias, una vez atravesadas las puertas la calle desembocaba en la Königplaz, la plaza estaba llena de gente, tanto de gente que entraba como de los lugareños del lugar, varios jovenzuelos contratados por varias posadas se les acercaban para ofrecerles sus gangas mientras ahuyentaban a sus competidores, también entre tanto gentío abundaban los carteristas y demás delincuentes, por lo que nuestros héroes bien hacían en tener sus bolsas a buen recaudo, ante ellos tenían una amplia calle que se internaba en la ciudad, aquella era la tan conocida y variopinta calle de las cien tabernas, justo cuando estaban empezando a moverse se produjo una gran explosión, el suelo templo por unos instantes, más allá de la calle de las cien tabernas se apreciaba a ver la cúpula de la Catedral de Sigmar, y justo allí una gran columna de humo negro ascendía hacía el cielo, por unos segundos todo el mundo se quedo quieto, un terrorífico silencio cayo sobre Altdorf para dar paso a momentos de confusión y locura...



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