jueves, 24 de noviembre de 2022

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 40

Ogmund se despertó con la frente perlada en sudor, y no era a causa del tiempo, el pequeño fuego apenas daba calor en aquella gélida noche, el sueño había sido tan real, todos aquellos hombres matándose entre ellos, amigos contra amigos, familias rotas por su fe, y aquellos seres horribles saliendo de los bosques para acabar con todos ellos, sabia con certeza que aquello era un sueño, un mal sueño, pero que poco a poco ese día estaba a punto de llegar...


En aquel bosque sombrío ni siquiera se veían animales, solo el aire y sus pisadas rompían aquel inquietante silencio, pero al cabo de un rato pudieron ver un cuervo que les miraba posado en una de esas retorcidas ramas, de repente emitió un graznido y alzo el vuelo, en ese momento delante de ellos se empezó a formar una especie de bruma, poco a poco esa bruma fue cogiendo forma hasta convertirse en una masa deforme de la que parecía que en su interior albergaba a distintos seres y criaturas, varios tentáculos empezaron a surgir de aquel ser en dirección al grupo, Erwin y Ogmund se defendieron bien, mientras Ramkir invocaba su magia para acabar con esa criatura, pero hasta que eso ocurrió Leopold sufrió la peor parte, uno de los tentáculos dejo inservible su escudo, lo que origino que otro le lacerara brutalmente la pierna, la herida que le causo no tenía muy buena pinta, la carne abierta estaba empezando a pudrirse, sin conocimientos para poder curar o frenar aquello solo les quedaba un camino, Ramkir utilizando su magia brillante para quemar a conciencia la herida, aquello consiguió parar la enfermedad pero también daño músculos y ligamentos de la pierna, dejándole de por vida una gran quemadura y una ligera cojera, tras aquello el cuervo volvió a aparecer y posado sobre una rama les vio marcharse de aquel bosque para volver a continuar el camino entre las montañas.


Durante una semana caminaron en la dirección que Leopold tenía marcada en el mapa, llegando al final de las Montañas Negras, ante ellos se levantaban las Montañas del Fin del Mundo, los dos siguientes días en todo momento no dejaron de ascender por ellas, ante sus ojos podían ver los altos picos nevados, al tercer día llegaron a una gran planicie que estaba cubierta de huesos, armas y armaduras oxidadas, todas de un tamaño pequeño, o bien de enanos o halflings, junto a unas mucho mas grandes propias de orcos, atravesaron la planicie donde al pie de la montaña dieron con unos escalones que ascendían, la ascensión fue dura, tuvieron que parar varias veces para descansar, dejaron de contar el número de escalones que llevaban subidos, llego un momento que atravesaron las nubes bajas que había alrededor de la montaña, los escalones terminaban en una especie de mirador, y aunque el camino parecía que seguía por el otro extremo este se acababa al poco de girar, desde donde terminaba el camino hubo unos segundos que las nubes se abrieron y pudieron ver lo que había al otro lado de la montaña, una gran hueste de pieles verdes, trolls y gigantes eran comandados por un orco montando una serpiente alada en dirección a las tierras del Imperio, pero de momento aquello no era su problema, retrocedieron hasta el mirador y buscaron por la pared y el suelo buscando alguna entrada, no podían haber llegado hasta allí para nada, pero por más que buscaron no encontraron nada, pero al igual que en el templo de Sigmar cuando Ogmund pronuncio el nombre de su Dios de la pared de roca se empezó a dibujar una línea luminosa, hasta iluminar una zona de la pared, desapareciendo como si nunca hubiera estado allí, en su lugar se veía una entrada a una cueva.

En su interior se podía ver un estanque de agua cristalina y a un lado cajas amontonadas, que más tarde pudieron ver que estaban vacías y en mal estado, una luz antinatural iluminaba cálidamente la cueva, la cual extrañamente permanecía bastante seca, según avanzaron al interior vieron que al fondo había una hoguera, pero una hoguera que no emitía humo, Ramkir intento un conjuro de disolver la magia que allí había, pero de nada le sirvió, nada cambio, pero de repente una voz resonó en sus cabezas, preguntándoles que hacían allí y quieres eran, la voz era de alguien mayor pero a la vez resultaba enérgica, Ogmund le conto a lo que habían venido y lo que buscaban, a un lado de la hoguera pudieron ver como como un anciano enano bajaba de un saliente, sus agiles movimientos no contrastaban con aquel anciano, con una sonrisa se presento ante ellos, se llamaba Yodri, y en todo momento se refería a ellos como jóvenes enanos, y aunque le preguntaron si sabía donde estaba el Ghal-Maraz este no les hizo caso, es más, ante preguntas tan directas se enfadaba sobremanera, aunque Leopold intentaba calmarlo ayudándole en lo que estuviera haciendo, a lo que este le cogía del brazo y dándole una suaves palmadas le decía, -buen y joven enano-, tras sentarlos delante de la hoguera Yodri puso a calentar una olla con agua en la que fue echando distintas hojas y trozos de corteza, la cueva empezó a oler a distintas especies, y cada uno de ellos empezó a tener una visión mientras miraban como las llamas danzaban, todos vieron lo que estaba pasando en el Imperio o lo que pasaría, hombres luchando contra hombres, sigmaritas contra ulricanos, menos Erwin que vio como una gran lobo blanco corría detrás de un cometa de dos colas hasta parar delante de una pared rocosa y empezar arañarla con sus uñas, esa pared era por donde habían entrado a la cueva, aquello quizá les confirmaba que estaban en el sitio correcto, pero donde estaba el martillo?


Después de aquello y tras haber comido un caldo que había preparado Yodri por fin les conto lo que querían saber, allí en las profundidades se encontraba el Ghal-Maraz, Sigmar vino a las salas de Kadar-Khalizad, el cual para ser humano tenía cierto aire de enano, en aquellos días Wulfan Merglord era el gran Maestro del Saber, experto en armas, un ingenioso herrero entre todos los artesanos que vivían allí, Wulfan y Sigmar bajaron a las salas inferiores, puede que al Santuario, Sigmar entro pero nunca regresó, Wulfan volvió pero su mente había cambiado, se encerró en los niveles inferiores y ordeno a Dargad Tendonpétreo y a Mankir Vistaguda que cerraran las puertas con llave, más tarde Dargad y Mankir también desaparecieron, en aquellos tiempos él era un joven enano que solo tenia acceso al primer nivel, hace seiscientos años los últimos enanos fueron expulsados o asesinados, ahora sus salas están atestadas de goblins y los de su raza, pero nunca han tenido ni el ingenio ni el coraje de abrir las puertas que dan acceso a los niveles inferiores, y mientras les contaba todo aquello iba dibujando en un trapo un mapa de como recordaba que era el primer nivel de Kadar-Khalizad, aquel enano que tenían delante debería tener más de 2500 años, como podía ser posible aquello, era algo que escapaba a sus mentes, tras contarles su historia descansaron esa noche en la cueva con la promesa que al día siguiente los llevaría hasta Kadar-Khalizad, y como buen enano cumplió la promesa, una vez se hubieron desayunado y  pertrechado Yodri empezó a murmurar algo en su lengua mientras movía sus manos en una de las paredes de la cueva, la pared desapareció para mostrar un corredor envuelto en una extraña niebla, Yodri se hizo a un lado para que pasaran, en su mirada se podía distinguir la pena de su partida y el orgullo que sentía por lo que sus jóvenes enanos estaban a punto de comenzar, las ultimas palabras que escucharon de Yodri fueron, -No podéis regresar por este camino, pero no desesperéis, lo que conduce hacía abajo puede también llevarte arriba.-tras andar unos pasos por aquel corredor la niebla empezó a desparecer, ya no se encontraban en la cueva, detrás suya había un rastrillo bajado que daba a algún lugar del exterior, delante un pequeño pasillo se abría a una gran cámara, y a ambos lado una pequeña habitación donde se podía ver a un goblin que debería estar de guardia pero que estaba somnoliento, ahora si estaban en Kadar-Khalizad...




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