miércoles, 19 de enero de 2022

EL ENEMIGO INTERIOR. EL IMPERIO EN LLAMAS. Sesión 34

Desde donde estaba se podía ver toda la ciudad de Altdorf , y desde allí mismo había visto como el Graf junto a su comitiva abandonaba el Palacio y poco después la ciudad, su mirada no se había apartado en ningún momento de un grupo de gente que iba en esa comitiva, pero dentro de ese grupo sobre todo en dos personas, uno, un gran experto en las armas quizás destinado a grandes gestas, el otro, alguien en el que Sigmar había puesto todas sus bendiciones, y quizás todas sus esperanzas..., la comitiva fue alejándose poco a poco hasta que por fin se perdieron de su vista, sus ojos aun siguieron mirando durante un tiempo hacia el lugar donde habían desaparecido, unos ojos completamente inexpresivos, hasta que de repente como saliendo de un sueño se giro con brusquedad, dirigiendo sus pasos al interior del Palacio, aun había muchas cosas por hacer...


Poco a poco el día fue pasando dando paso a una noche tranquila en la ciudad de Altdorf, el grupo de aventureros se dirigió puntual a su cita en la casa de Middenheim, allí como la anterior vez fueron recibidos por el propio Heinrich Todbringer, aunque esta vez también les acompaño durante la velada el Canciller de Altdorf, el Conde Siegfried von Walfen, durante la cena hablaron de temas banales, interesándose sobre todo en las vidas que llevaban antes de todo lo acontecido en los dos últimos años, la cena fue transcurriendo entre deliciosos manjares y alguna que otra risa, aunque entre los dos nobles se notaba cierto nerviosismo, por sus palabras una tercera persona debería estar también en esa reunión, y aunque el Canciller no dudaba en que acudiría a su cita el nerviosismo era más que patente, después de cenar se retiraron a una pequeña sala donde se quedaron a solas, los sirvientes fueron despachados de allí y el propio Heinrich se encargo de servir una copa de licor o vino a cada uno de los allí presentes, una de las silla seguía vacía, y mientras su ocupante llegaba Heinrich les puso al corriente de lo ocurrido durante los dos últimos días, por un lado el Emperador, la Condesa Emmanuelle  y el Graf habían acordado reunirse en un pabellón de caza a unas 5 millas al noroeste de la ciudad de Schoppendorf, en Middenland, allí esperaban reunirse con el Príncipe Hals von Tasseninck de Ostland y el Gran Duque Gustav von Krieglitz de Talabecland, a ambos les serían entregadas sendas cartas para acudir a dicha reunión, con la esperanza de poder llegar a firmar acuerdos para parar esta guerra que estaba dividiendo al Imperio, por otro lado el Graf Boris Todbringer había sido informado de una desgraciada noticia, Ar-Ulric había muerto, había sido asesinado por alguien que se hacía pasar por un seguidor de Sigmar, el cual fue reducido antes de que se quitara la vida, tras un duro interrogatorio su fortaleza flaqueo dejando a la luz todo lo ocurrido, el artificie de todo aquello era el primo del Graf, Helmut Todbringer, el cual siempre se había mostrado cercano a sus hermanos ulricanos en su lucha contra los sigmaritas, este en cuanto supo de que su hombre había sido capturado abandono Middenheim junto a sus más leales hombres, cuando los Caballeros Pantera acudieron a su mansión en la ciudad la encontraron vacía, al igual que en su casa de campo, donde solo encontraron a su esposa junto a sus dos hijas y los criados encargados de servirlas, también Heinrich Todbringer se intereso en los motivos que hacían que Íñigo hubiera acompañado al grupo una vez que volvieron de Kiev, algo a lo que no estaba obligado ni pagado, y aunque no termino del todo convencido por sus palabras dejo correr el tema una vez el resto de compañeros le prestaron su apoyo y confianza, mientras intentaban asimilar la perdida que suponía la muerte de Ar-Ulric la persona que estaban esperando entro por las dobles puertas que daba a aquella cogedora sala, el hombre que entro por ellas era un hombre entrado en años, con su cabeza completamente rasurada, vestido con unos hábitos sencillos, alguien bien conocido por varios de ellos, el hombre que habían estado esperando era el Padre Beoca, su mirada siempre serena se mostraba nerviosa, el Canciller lo miraba fijamente mientras le preguntaba si lo había podido conseguir, el padre tras unos segundos de suspense asintió con la cabeza mientras se bebía de un trago la copa de vino que Heinrich le había proporcionado, tras aclararse la garganta explico que apenas había tenido tiempo de copiar lo que había visto en la cámara personal del Gran Teogonista antes de que este llegara, apenas había podido estar solo unos segundos, pero le había bastado para cumplir con su cometido, rebuscando en uno de sus bolsillos saco un trozo de papel con anotaciones suyas, lo dejo sobre la mesa retirándose un par de pasos, el Canciller extendió un mapa del sureste del Imperio mientras al igual que Heinrich lo miraban expectantes, que significaba todo aquello, los allí presentes se miraron sin saber que estaba pasando, hasta que por fin el Canciller tomo la palabra, si los planes del Emperador y el Graf fracasaban necesitaban un plan para volver a unir al Imperio, algo que los volviera a juntar como ya ocurrió en el pasado, en tiempos desesperados, ideas desesperadas, querían que encontraran el Ghal-maraz, el legendario martillo de Sigmar.



Durante unos segundos el silencio reino en aquella habitación, hasta que el padre Beoca conto la historia de los últimos días de Sigmar en el Viejo Mundo, y como el último lugar por el que camino en la tierra fueron las Montañas Negras, un lugar de nombre Karak-Kadal, según las leyendas en algún lugar del paso del Fuego Negro en las Montañas Negras debía de haber alguna señal que indicara el camino que siguió Sigmar, pero nadie había dado con esa señal, solo un elegido en tiempo de gran necesidad  la encontraría.

Lo que estaban a punto de acometer solo lo sabían los que allí estaban presentes, el silencio y el sigilo eran fundamentales, a fin de cuentas muchos buenos sigmaritas y ulricanos considerarían una herejía lo que estaban a punto de hacer, para asegurarse que nadie estuviera observándolos partirían pasado mañana junto a la comitiva del Graf hacía Middenheim, allí Erwin seria nombrado Caballero del Circulo Interior de los Caballeros Pantera y con la excusa de su viaje hacía el este saldrían de la ciudad para dirigirse a su verdadero destino, tras terminar de aclarar pequeños flecos brindaron por volverse a ver pronto, con un Imperio de nuevo unificado, tras aquello volvieron a sus aposentos en Palacio, el día siguiente prepararon sus escasas pertenencias y Ramkir aprovecho para a través del Campeón del Emperador hacerle llegar a este una carta escrita de su puño y letra, en ella se defendía de las acusaciones que se habían realizado contra él por los sucesos acontecidos durante la noche del incendio de la ciudad, a la vez que le hacia participe de sus sospechas sobre los intereses que podría tener el Hechicero Sigfrido, al día siguiente abandonaron Altdorf sin ningún contratiempo, tras varios días de camino llegaron hasta Middenheim donde el Graf fue recibido con gran alegría por su gente, desde su llegada a la ciudad Erwin se despidió de sus amigos para en ayunas meditar en la capilla de los Caballeros Pantera mientras velaba sus armas , debería permanecer todo el día en ella hasta ultima hora de la tarde cuando volvería a jurar sus votos, mientras eso ocurría Leopold fue llamado ante la presencia del Graf, este había escuchado de su hijo que era un joven leal y muy prometedor, por lo que queria que acompañado de diez Caballeros Pantera acudiera a la hacienda que pertenecía a su primo y trajera a la mujer e hijas de este, junto a los criados que servían en la casa, su primo Helmut Todbringer estaba desaparecido, aunque no dudaba que tarde o temprano seria capturado y juzgado, pero de momento su familia tendría que pagar por lo ocurrido, el pueblo tenía que ver lo que ocurría cuando intentaban traicionar a su Graf, pero eso ocurriría cuando estuvieran en Middenheim, mientras tanto deberían ser tratadas acorde a su título de Condesa, con aquella misión Leopold dirigió una pequeña fuerza de diez Caballeros Pantera junto a sus amigos, Ogmund, Íñigo y Ramkir, antes de una hora habían recorrido la distancia que distaba la ciudad de la hacienda de Helmut Todbringer, cuando llegaron a ella Leopold dispuso a sus hombres alrededor de la casa para tenerla controlada, un Ayudante de Cámara les recibió, tras escuchar las ordenes que Leopold traía del Graf asintió educadamente mientras informaba que comunicaría a su señora sus ordenes, Leopold para evitar cualquier imprevisto acompaño al Ayudante de Cámara hasta los aposentos de la Señora, mientras en el exterior Ramkir observaba que de la casa no saliera ninguna paloma que pudiera enviar algún mensaje, a la vez que Íñigo y Ogmund vigilaban inquietos los cercanos bosques, esperando que quizás Helmut Todbringer apareciera por ellos junto a su pequeña tropa de hombres, pero nada de aquello sucedió, lo que ocurrió fue que al cabo de unos diez minutos por la puerta parecieron una mujer de unos cuarenta y picos años acompañada de sus dos jóvenes hijas, todas ellas vestían conforme a su rango social, las tres lucían una piel aterciopelada y blanquecina propia de la nobleza, sus cabellos dorados como el sol que bañaba la escena refulgían junto a unos ojos de un azul claro, las dos hijas lucían una belleza que hacía difícil apartar la vista de ellas y mucho más de olvidar, la madre no conservaba la juventud de ellas pero aun así conservaba gran parte de esa belleza, con dignidad subieron al carruaje que se había dispuesto para ellas mientras las dos jóvenes echaban miradas disimuladas a Leopold, el cual claramente tenía la cara descompuesta, cualquiera diría que había visto un fantasma, y aunque sus compañeros intentaron averiguar que pasaba Leopold no quiso decir nada, según sus propias palabras no era el momento, ya más adelante les diría algo, lo cual aun los dejo más intranquilos.


Que paso durante esos diez minutos?, esa misma noche por fin Leopold conto lo allí ocurrido, siguió al Ayudante de Cámara hasta la habitación de la señora de la casa, una vez en la puerta pudo escuchar la voz de la mujer diciendo que en cuanto estuvieran preparadas saldrían, pero desconfiando que pudieran estar tramando algo entro en la habitación detrás del Ayudante de Cámara, en su interior se encontró con dos jóvenes de una belleza sin parangón, pero pronto su mirada se volvió hacia la voz que le estaba hablando, la voz suave de una mujer de mediana edad, de largos cabellos dorados y profundos ojos azules, pero aquello no fue lo que le dejo sin palabras petrificado en el quicio de la puerta, solo siendo capaz de tartamudear dos palabras, -mama, en ese momento el silencio invadió aquella habitación, las dos jóvenes que se hacían llamar Carla y Reinhilde, no paraban de mirar a su madre para luego posarla en Leopold, hasta que Irma rompió el silencio, -Leopold..., eres tu, hijo mío?, de repente fue como si el mundo volviera a moverse, madre e hijo caminaron hasta fundirse en un abrazo que llevaban años esperando, cualquier rencor desapareció envuelto en grandes lagrimas de un sabor agridulce, lo que tanto tiempo había añorado encontrar lo iba a perder en apenas unas horas, en apenas unos segundos seguramente en la cabeza de Leopold pasaron cientos de ideas, pero Irma viendo su cara de sufrimiento cogiéndolo suavemente de la mano le dijo que debían acudir a la llamada del Graf, que no se preocupara, sus destinos estaban escritos y pasaría lo que tendría que pasar, tras aquellas palabras Leopold les dijo a las tres mujeres que no mostraran sus sentimientos cuando salieran fuera de la mansión, de momento era mejor que nadie supiera nada, y de esa forma partieron de la hacienda de Helmut Todbringer hasta Middenheim, donde fueron separadas de Leopold.

Mientras tanto en Middenheim por fin llego la hora de que Erwin volviera a jurar los votos de los Caballeros Pantera, en la ceremonia estaban presentes los máximos dirigentes del Circulo Interior así como el Graf, y como no también sus amigos de andanzas, Erwin fue jurando los votos que el Gran Maestre le iba diciendo mientras le iba vistiendo con su nueva armadura, hasta que por fin le coloco sus espuelas y el propio Graf le entregaba la espada, una vez concluida la ceremonia se dirigieron hasta la parte trasera de las caballerizas de los Caballeros Pantera, allí aun le espera otra sorpresa, fue llevado ante un Grifo, el cual si lo aceptaba seria su montura, el Grifo desafiante camino a su alrededor observándolo, hasta que parándose delante de él agacho su cabeza y cuartos delanteros en señal de reverencia, dejándose acariciar por su nuevo jinete, aunque aun tendría que pasar tiempo hasta que pudiera acostumbrarse a montar tan magnifica montura, mientras todo esto ocurría Leopold no podía dejar de mirar de reojo al Graf, hasta que este le hizo un gesto para que se acercara,  horas antes le había rogado, implorado de rodillas que pensara su decisión sobre la familia de su primo Helmut Todbringer, contándole su parentesco con las tres mujeres, el Graf se había mostrado implacable en su decisión, reacio a dar un paso atrás,, pero ante la insistencia de Leopold le había dicho que ya le comunicaría su decisión, con paso tembloroso se acerco hasta el Graf, este le comunico que de momento las tres mujeres no sufrirían el castigo que les estaba destinado, pero como su hijo le había dicho que debían partir en una misión peligrosa de momento se quedarían bajo su protección en el Palacio, hasta que Leopold volviera y se hiciera cargo de ellas. Si no, quien sabe si no sufrirían el destino que les estaba dispuesto, con las buenas nuevas Leopold pudo respirar tranquilo, deseando ver  cuanto antes a su madre y hermanas, solo tenia esa noche y el día de mañana para estar juntos antes de partir, y tenia mucho que hablar con ellas....

Mientras el resto del grupo paso la noche entre jarra y jarra de cerveza celebrando el nuevo titulo de Erwin y descansando durante el siguiente día, antes de partir hacia lo desconocido...



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