La ventana de su lujoso cuarto daba al patio interior del palacio, desde allí pudo ver como sus antiguos compañeros recogían sus caballos y emprendían camino hacia el sur del Imperio, no dejaba de repetirse que lo que tenían por delante era una empresa abocada al fracaso desde el principio, nadie había dado con lo que pretendían encontrar..., con un suspiro de alivio se aparto de la ventana para volver al calor de su cama, dos jóvenes hermosas le estaban esperando para continuar con lo que estaban haciendo hacía un momento, pero sus pensamientos no dejaron de dar vueltas al viaje que acababan de emprender y lo mucho que les iba a echar en falta...
Todo estaba a oscuras, los ojos de Erwin se habían abierto poco a poco, su cabeza no paraba de darle vueltas, como si se hubiera bebido un barril de ron, su lengua estaba hinchada y pastosa de no haber bebido nada durante bastante tiempo, sus muñecas y tobillos estaban atados fuertemente con una cuerda, apenas sentía su cuerpo, cualquier intento de moverse le causaba un dolor indescriptible, pero poco a poco empezó a salir de aquel estado tan lastimoso y empezó a ser consciente del entorno que le rodeaba, y arrastrándose lastimosamente se fue dirigiendo hasta lo que parecía el ruido de varias respiraciones, por suerte su cuerpo choco contra el de Ramkir, este estaba empezando a despertarse en las mismas condiciones que el de Erwin, con paciencia por fin entre los dos consiguieron desatarse las cuerdas que les sujetaban las muñecas, desembarazarse del resto de sujeciones ya resulto más fácil, una vez libres consiguieron despertar y soltar a Ogmund y a Leopold.
La habitación donde se encontraban estaba en la más absoluta oscuridad, solo rota por la débil luz que entraba por el marco de una puerta en una de las paredes, otra puerta en la pared contraría daba a un dormitorio desde el que pudieron asomarse al exterior, se encontraban en un edificio a mitad de altura, en la calle claramente se podía ver como la guardia de la ciudad había acordonado el edificio, armados con ballestas y arcos para cuidar que nadie saliera de él, por la zona también se podían ver sacerdotisas de Shallya, vestidas completamente de blanco y tapando sus caras con unas mascaras para evitar posibles contagios, -claramente se encontraban en una gran ciudad, pero en cual?, Ogmund sabía con certeza donde estaban, una fortaleza negra sobresalía sobre la ciudad, esta era la Fortaleza de la Roca Negra, su nombre era debido al color de las piedras que se habían usado para su construcción, se encontraban en Ubersreik, pero que hacían aquí y como habían llegado era todo un misterio, sus últimos recuerdos eran de haber abandonado Middenheim y haber cogido el camino hacía Altdorf, después todo se volvía oscuridad.
Con paso inseguro y tambaleante a causa de tantos días inconscientes se dirigieron hacia la puerta de donde se veía luz, amortiguados se podían escuchar ruidos que provenían de más abajo, parecía gente hablando, acompañado de golpes contra algo, con cautela salieron fuera del apartamento donde se habían despertado, vestidos solamente con su ropa interior, ante ellos tenían un rellano con una puerta al otro lado que comprobaron que estaba cerrada, y unas escaleras que subían y bajaban, subieron al siguiente piso donde también en el rellano había una puerta a cada lado, en una de ellas parecía que había un orfanato dirigido por una tal Annika Passerine, siguieron subiendo al siguiente piso pero las dos puertas también se encontraban cerradas, por lo que decidieron bajar hasta el piso donde se habían despertado en vez de seguir subiendo, Ramkir con su magia se encargo de reducir a cenizas la puerta que no habían podido abrir, esta daba a un apartamento parecido a donde había estado ellos, pero en él pudieron comer y beber algo, también pudieron vestirse con algo de ropa en no muy buen estado, pero mejor eso que nada, incluso armarse con algún cuchillo, lo que no pudieron fue encontrar calzado para sus desnudos pies, mientras estaban registrando el apartamento un niño pequeño los observaba desde las escaleras, pero en cuanto se cruzaron sus miradas este salió corriendo al piso de arriba, al poco este bajo junto a Annika, una mujer de anchas espaldas y de unos brazos que advertían que llevarle la contraria no era buena idea, tras unas duras y frías palabras Annika les llevo/acompaño hasta la planta baja del edificio para hablar con el casero Gino.
En la planta baja se encontraban los inquilinos de los distintos apartamentos del edificio, y entre ellos sobresalía un ogro medio encorvado y ya de cierta edad, el era Gino, el casero, como bien pudieron averiguar de pocas luces, fue Leopold el que le intento hacer ver que les habían dejado en uno de los pisos aunque no estaba seguro si lo había entendido bien, por lo menos pudo hacerle entender que le pagarían sus cinco monedas más adelante, mientras Ramkir se encargo de bajar al sótano del edificio, pero con la luz de una simple vela y mientras chapoteaba en el lodazal en el que se había convertido el suelo solo pudo ver el caos que allí reinaba, lleno de cajas envejecidas y distintos objetos oxidados, apenas uno podía moverse entre ellos, quedaba claro que allí no estaban las pertenencias de sus compañeros, al mismo tiempo Erwin y Ogmund subieron al primer piso a ver a la Doktora Alexandra Gilani, ella había venido para investigar la enfermedad que se había propagado por la zona, la Podredumbre Sanguínea, pero para su desgracia la enfermedad la había alcanzado dejándola postrada inconsciente en la cama con unas fiebres altísimas, pero antes de caer en la inconciencia había ordenado a la guardia poner el edificio en cuarentena ante la sospecha de que el epicentro de la enfermedad se encontraba en aquel lugar, Erwin intento hablarle entre susurros en su oído, lo cual provoco que saliera durante unos segundos de su inconciencia, en su delirio creyó escuchar ``mi diario´´, también pudo apreciar el color morado de su cuello, y seis incisiones provocadas por algo punzante, según Ogmund si juntaba las incisiones de dos en dos podían tratarse quizás de tres mordeduras, en la habitación también se encontraban las pertenencias de la Doktora, pero entre ellas no se encontraba el diario de esta, según su cuidador, un hombre de avanzada edad que se encargaba de mantener limpio el edificio, nadie había trasteado en las pertenencias de la Doktora, los únicos que habían estado en la habitación ayudándole eran los chiquillos de Annika, sobre todo el pequeño Trinidad, sin mucho más que hacer allí volvieron a bajar al la planta baja del edificio donde se reunieron con Leopold y Ramkir...
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