El sacerdote casi arrastraba los pies por aquel suelo marmoleo, sus hábitos si que se arrastraban según iba andando, pero él iba tan sumido en sus propios pensamientos que no se daba cuenta de aquello, ni de las muestras de respeto de con quien se cruzaba en su camino, aquello no era propio de él, pero los sucesos ocurridos en los últimos días lo habían trastornado, duros días eran los que tenían por delante, sin la guía del Gran Teogonista la guerra y la caída del Imperio estaba más cerca...
El camino fue rápido hasta su nueva casa, esta estaba relativamente cerca de Königplatz, la casa era una casa de un color azul claro y dos alturas, en la parte de atrás un pequeño patio lo suficientemente grande para relajarse en las horas nocturnas, aunque este no iba a ser el caso, como bien les había indicado el Conde un ayudante de cámara les estaba esperando, Simon Helmholtz haría sus funciones desde primera hora del día hasta que cayera la tarde, tras acomodarse en sus habitaciones poco más quedaba por hacer aquel día, la noche paso sin ningún contratiempo.
El nuevo día salió despejado, a mediodía tenían que acudir al Templo de Morr para hablar con la Gran Indagatrix Inga, tenían todo la mañana por delante para intentar moverse por la ciudad, se dirigieron hacia la entrada sur del río en Altdorf, allí debería de haber algún control de las barcazas que entraban y salían de la ciudad, tras hablar con el Capitán que estaba al mando consiguieron acceder al listado de entradas y salidas, en una primera criba no encontraron nada que les llamara la atención, pero en una segunda búsqueda encontraron algo que si que podría ser lo que buscaban, el día 25 una barcaza de la familia Blucher había entrado en la ciudad con una carga de barriles de arenque, al día siguiente abandono la ciudad, el tal Blucher era un viejo conocido de Erwin y Ogmund, iban a trabajar para él transportando una carga hasta que su barcaza ardió cuando ya había sido cargada, después de aquello les envió a Middenheim para llevar una mercancía, aunque como luego comprobaron les mando para entregarlos a los sectarios de la Mano Purpura, tras ese descubrimiento se dirigieron al encuentro de la Gran Indagatrix Inga, esta les llevo hasta la parte de la ciudad donde estaba la capilla y crematorio de Morr, allí un sacerdote les enseño los restos de cuerpos que se habían podido recuperar de la zona de la explosión, la mayoría eran pequeños trozos que no se sabían a donde correspondían, lo más grande que había era un trozo de un torso, en el pudieron descubrir un tatuaje bastante reciente de una mano purpura y lo que parecían marcas de nacimiento, pero vistas con más detalle claramente parecía una cara que se estaba formando, una mutación, aquellos restos podrían ser de los tres hombres que vieron los guardias llevando un carro con barriles de pescado.
Tras abandonar la Capilla de Morr se dirigieron a la parte del rio donde descargaban las barcazas, allí Íñigo se mezclo con la gente que estaban en las tabernas mal olientes del puerto, mientras el resto intentaba averiguar quien o que descargo la barcaza de la familia Blucher, tras unas tensas palabras con uno de los estibadores nada pudieron averiguar, y aunque lo siguieron intentando les quedo claro que aquel desencuentro había dado al traste con sus planes de conseguir alguna información, por suerte Íñigo pudo conseguir una pequeña cita con uno de los chicos de Dieter Schneider, era el matón que mandaba en esa zona de la ciudad, tras vaciar generosamente su bolsa pudo averiguar que el barco de la familia Blucher había sido descargado por dos estibadores, Viktor Kahl y Otto Bauer, además varias noches antes de la explosión un enano cargó cuatro barriles de pólvora del gremio de ingenieros enanos, con esta información Íñigo se junto con el resto, ya quedaba poco para que empezara a anochecer pero intentaron aprovecharlo para encontrar a aquellos dos hombres, se dividieron en varios grupos, fue el que formaban Erwin y Ramkir el que dio con ellos, al principio parecieron un poco reacios a hablar pero tras ver el brillo del oro soltaron la lengua, efectivamente ellos desembarcaron la carga de la barcaza de los Blucher, del cargamento separaron cuatro barriles que subieron a un carro que tirado por una mula llevaron al otro lado del río, hasta la zona este de las murallas, allí un hombre vestido con ropas negras sacerdotales que se hacía llamar Gustav Fokker les estaba esperando para llevarse el carro y la carga que transportaba no sin antes taparla con telas, poco más podían sacar de aquellos dos pobres diablos, con prisa regresaron hasta su hogar, ya estaba anocheciendo y como bien habían oído al alguacil, se había declarado un toque de queda hasta que fueran capturados los responsables de la explosión, durante las horas sin luz estaba prohibido andar por la ciudad, pero antes de llegar a su hogar mientras cruzaban uno de los puentes. Erwin y Leopold pudieron ver como desde el otro lado tres hombres que claramente no eran estibadores miraban a Erwin, cuando sus miradas se cruzaron con las de Erwin susurraron cosas entre ellos y se alejaron por sitios distintos, aquello le trajo a Erwin recuerdos ya casi olvidados, quizás sus sospechas fueran infundadas o no..., con cautela y mirando que nadie les siguiera llegaron hasta su hogar, allí Simon ya se había ido, pero como bien les dijo el día anterior les había dejado preparada una cena informal...
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