Sigmar decidió que su momento había llegado, era el momento de partir y abandonar este mundo para pasar a ser una divinidad, pero antes de aquello vago por las tres grandes razas que habitaban el Viejo Mundo, y el final de ese camino no era otro que el de devolver aquello que se le había dado, aquello que había juntado a los distintos clanes de hombres para luchar juntos contra la oscuridad que engullía al que después se conocería como el Imperio, y entre esas tres razas, humanos, enanos y elfos dejo escrito donde podrían volver a levantarlo para volver a juntar a los hombres en caso de necesidad...
Con determinación se encaminaron hacía la puerta, en apenas unos segundos estaban rodeados de esqueletos, los golpes venían de todos los lados, pero metro a metro fueron avanzando hacía su objetivo, el martillo de Ogmund barría todo lo que tenía delante, por fin pudo llegar a la puerta, pero ni empujándola o utilizando la aldaba esta se abrió, mientras Erwin, Ramkir y Leopold le protegían de los esqueletos que intentaban abalanzarse sobre él, pero por fin la puerta se abrió, la plegaria a Sigmar hizo que esta se abriera con suavidad, con rapidez entraron dentro cerrando y atrancando la puerta tras ellos, fuera seguía oyéndose el fuerte vendaval y los golpes de los esqueletos golpeando la puerta, cuando encendieron una luz pudieron contemplar la capilla, no había nada roto, todo estaba limpio, pero cubierto por una fina capa de polvo, delante de ellos varias filas de bancos daban paso a una zona marmoleada donde había varios dibujos grabados en el suelo junto a runas enanas, y al fondo junto a una pila bautismal llena de agua fresca estaba una estatua de Sigmar sentado en un trono, con su martillo descansando en su regazo y varias cabezas de goblins a sus pies.
Pasaron parte del día y de la tarde buscando por todo la capilla, pero sin ningún resultado, salvo por unas palabras enigmáticas que encontraron talladas en la puerta de entrada, En tiempos de peligro, permite que sabías manos trabajen allí donde han llegado los ojos, pero aunque le dieron mil vueltas a la frase no pudieron conseguir desentrañar el misterio, aunque Ramkir en todo momento se mostro receloso del extraño techo negro que ocupaba toda la capilla, y fue ese techo el que al final les mostro donde mirar, ya de noche mientras descansaban de repente el techo se ilumino con una fuerte luz blanca, un blanco tan puro que incluso dañaba a los ojos, este blanco fue apagándose hasta dejar el techo de un color negro azulado, como el de una noche despejada, poco a poco fue iluminándose de pequeños puntos de luz, pudieron distinguir varias de las estrellas y constelaciones que ellos conocían, y al igual que se habían iluminado fueron extinguiéndose, hasta que de repente un cometa de dos colas emergió por la zona del techo cercana a la puerta de entrada, fue surcando la capilla hasta salir por la pared opuesta, dejando durante unos minutos parte de su estela iluminando su recorrido, empezaron a buscar si en esa pared había algo que les pudiera dar una pista, pero aunque en un principio no encontraron nada, cuando buscaron en esa misma pared pero a unos cuatro metros de altura pudieron ver una piedra que se movía, en su interior había un trapo envolviendo algo pesado del tamaño de un puño, era una piedra, en uno de sus lados había tallado un martillo, en el otro la línea que seguía un cometa de dos colas y otra línea con un martillo, mostraba el camino que debían tomar para llegar hasta el martillo de Sigmar, por un momento esperaron encontrar el martillo en aquel lugar, pero el viaje no había echo más que comenzar...
Terminaron de descansar esa noche dentro de la capilla, por suerte al día siguiente el ruido tanto del vendaval como de los esqueletos golpeando la puerta habían cesado, pudieron salir tranquilamente, abandonando el lugar y tras recoger a la mula encaminarse en la dirección que Ramkir había señalado, volvían a caminar entre pasos de montaña, los días fueron pasando uno tras otro, cruzando un par de ríos que por suerte no bajaban muy crecidos y pudieron vadearlos con facilidad, pero las provisiones habían llegado a su fin, y en aquellos parajes solo había piedras para echarse al estomago, por lo que no les quedo más remedio que sacrificar a la mula, aquello les daría para tres día más de comida, por suerte en ese ultimo tercer día el camino dejo de ascender, habían subido tanto que una densa niebla cubría parte de los valles que había mas adelante, poco a poco empezaron a descender hasta introducirse en la densa niebla, la cual apenas dejaba ver a diez metros delante suyo, con precaución siguieron avanzando hasta dejar la niebla por encima de sus cabezas, ante ellos se abría algo extraordinario, un gran valle repleto de vegetación, diferentes flores silvestres, un gran bosque densamente poblado, y un camino claramente visible, tras caminar sobre una hora por ese camino pudieron ver delante de ellos casas de madera tanto en el suelo como en los arboles, decoradas con enredaderas, y aunque ya hacía rato que iban precavidos, ya que Erwin y Leopold se sentían observados, pero no por ello pudieron verlos antes de que un par de docenas de elfos les apuntaran con sus arcos desde ambas partes del camino, uno de esos elfos les hablo en un viejomundano bastante básico, casi como el de un niño, les invito a soltar sus armas al suelo, estaban en un valle donde no les estaba permitido estar, y aunque el grupo intento hacerles ver que no querían problemas y que solo estaban de paso, el elfo no cambio de idea, debían hablar con Melaril, con cautela varios elfos se acercaron y recogieron las armas mientras el resto no dejaban de apuntarles con sus arcos, y así fueron conducidos hasta el asentamiento, fueron llevados hasta la casa más grande, dentro una gran mesa ocupaba buena parte de la estancia, fueron invitados a sentarse en sillas dispuestas para ellos en un lado de la mesa, a los cinco minutos un elfo de largos cabellos negros entro por la puerta sentándose enfrente de ellos, sin pronunciar palabra alguna fue observándolos mientras sus armas eran dejadas en cima de la mesa, el elfo las fue observando y tocando para después presentarse ante ellos, era Melaril, el señor del valle oculto, un valle que llevaba oculto más de 3500 años, y que muy pocos humanos habían encontrado y mucho menos abandonado, se intereso por sus nombres y las razones para haber llegado hasta sus tierras, en este caso fueron sinceros y le contaron la misión que les había llevado a atravesar sus tierras, eso junto a la piedra de la capilla de Sigmar fue suficiente para que creyera sus palabras, acto seguido y a una orden de Melaril los elfos cogieron las armas de la mesa y las fueron dejando al lado de cada dueño, después fueron entrando con pan recién horneado, frutas, queso y distintos manjares, junto a agua fresca, leche y vino, cuando hubieron saciado su hambre y sed Melaril les conto lo que su abuelo le había contado a él cuando era joven, Sigmar había pisado esas tierras cuando decidió abandonar este mundo, en su camino a Kadar-Khazalid paso por aquí, donde permaneció varios días viviendo con los elfos del bosque, su camino le llevaba a ver al rey enano para devolverle el Ghal Maraz, y al igual que había echo con las otras dos grandes razas del Viejo Mundo dejo un mapa dibujado por él mismo, ante ellos saca un trozo de cuero enrollado, y con una gran solemnidad y cuidado lo desenrolla en la mesa, en el se muestra la laguna de Agua Negra y un poco más al sur la ubicación de la antigua y perdida fortaleza enana de Kadar-Khazalid, en el cruce entre la montañas del Fin del Mundo y las montañas Negras, a unos 200 kilómetros de donde estaban, un duro viaje.
Durante la tarde noche pudieron disfrutar de la hospitalidad de aquellos elfos en sintonía con el bosque, su música y poemas aunque imposibles de entender sonaban muy agradables a sus oídos, haciendo que por un momento olvidaran las penurias sufridas y las venideras, por la noche descansaron plácidamente y a primera hora de la mañana Melaril se despidió de ellos, y en señal de amistad colgó del cuello de cada uno de ellos un colgante con un laúd tallado en madera, también se les entrego provisiones para dos semanas de viaje, un grupo de exploradores elfos les acompaño hasta los confines orientales del valle, allí se despidieron de ellos, mientras se preparaban para seguir su camino pudieron ver cuatro formas extrañas volar por mitad del valle, para de golpe desaparecer, desde la distancia a la que estaban era imposible distinguir que podían ser, pero aquello quedaba detrás de ellos lo que tenían delante era más apremiante, ante ellos aun quedaba un trozo de bosque que atravesar hasta llegar otra vez a ascender a las montañas, pero como bien les había advertido Melaril aquella zona de bosque estaba enferma, algo oscuro se movía por allí, retorciendo y corrompiendo todo a su paso, ellos lo llamaban el Mal Reptante...
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