La capsula de desembarco descendía con rapidez hacía el planeta de Sepheris Secundus, dentro de ella viajaban cuatro desconocidos y futuros acólitos de la inquisición, en sus caras se reflejaban distintas emociones, Arcturus se mantenía sentado con una total falta de sentimientos que solo los Adeptus Mechanicus poseían, de parte de su cuerpo sobresalían tubos y piezas mecánicas, cerca de él se encontraba Gianna, por su atuendo claramente había servido en la Guardia Imperial, su mirada distraída y tranquila reflejaba con claridad que ya había realizado algún salto orbital, enfrente de ella un hombre se aferraba con fuerza al asiento mientras con los ojos cerrados realizaba salmos al Dios Emperador, su nombre era Octo, para él todo aquello era algo extraño y novedoso toda su vida había vivido dentro de un pecio espacial en medio del vacío, por ultimo retirada un poco del resto una sus nuevos compañeros se encontraba Xanthia, su cara pálida indicaba que no lo estaba pasando muy bien en aquel trozo de hierro, era una joven de aspecto delicado y bellas facciones, a la cual le costaba abrirse y comunicarse con el resto de compañeros, parecía que como al resto un escabroso pasado descansaba sobre sus jóvenes espaldas.
Cada uno de ellos había sido elegido para formar una nueva célula de la Ordo Hereticus al servicio del Inquisidor Anton Zerbe, alguno lo había podido ver durante apenas unos instantes pero para todos era un gran desconocido, durante los pocos días que habían convivido en la nave Puño Golpeante quien se había encargado de ellos había sido Anastacia Orvel Von Karlac, una inquisidora al servicio de Anton Zerbe, encargada de su adiestramiento pero este había llegado antes de lo esperado, el planeta minero de Sheperis Secundus había tenido un repunte de insurrección por parte de una parte de sus trabajadores, la Guardia Imperial ha sido enviada para aplastar el levantamiento, pero en el interior de la mina Gorgónida se ha notificado un suceso extraño dando lugar a la intervención de la Inquisición, la nave más cercana es la de la inquisidora Anastacia Orvel Von Karlac y para suerte o desgracia los nuevos reclutas tendrían que averiguar y aplastar lo que allí estuviera sucediendo...
Tras un largo descenso por fin la capsula de desembarco toma tierra en medio de un campamento de tiendas de campaña de la Guardia Imperial, fuera se podían ver distintos miembros del 97º regimiento de la Guardia Imperial ataviados con uniformes grises, con semblante alicaído el ambiente claramente era poco acogedor, un bípode a sus espaldas iba recogiendo cadáveres arrojándolos sobre uno de los muchos cráteres que se podían ver por la zona, antes de que pudieran dar un par de pasos y mientras escuchaban las ultimas arcadas de Xanthia dentro de la capsula de desembarco un guardia imperial de apenas 18 años se acerca a la carrera hasta ellos, el joven de nombre Jurtz les empieza a interrogar con preguntas para saber quien de todos ellos es el inquisidor, pero al descubrir que no es ninguno de ellos su alegría pasa a ser una gran decepción, pero justo en ese momento la fuerte voz del sargento Raynard precede sus pasos, un hombre ya entrado en años, con la cabeza rasurada y cubierta con un tatuaje azul oscuro y una mandíbula cuadrada, tras mandar al joven Jurtz de vuelta a su puesto mira de arriba a abajo a los cuatro acólitos, maldiciendo por lo bajo y menospreciando lo que ha enviado la inquisición hace un gesto para que lo acompañen ante el Comisario, en ese gesto su brazo mutilado en el que hay injertado una barra metálica provista de distintos artilugios se empieza a mover sin ningún control hasta que con par de golpes se vuelven a quedar quietos, todo ello mientras lanza miradas de odio hacía Arcturus, tras ese percance empiezan a moverse entre las tiendas siguiendo al Sargento, de una de esas tiendas Octo puede escuchar las risas delirantes de alguien, en un vistazo rápido para no perder a sus compañeros puede ver como las risas provienen un un sodado que esta atado a un poste dentro de la tienda, tras sortear varias tiendas por fin llegan a lo que seria el centro del campamento, allí resalta claramente un contenedor de color rojo, en el esta pintada el Águila Imperial y el numero del regimiento, en la puerta les recibe el ordenanza, un hombre rechoncho que tiene unas palabras bastante tensas con la acolita Xanthia, pero que no va a más gracias al Comisario que acaba con ese altercado invitando a los cuatro acólitos a pasar dentro del cuartel general y mandando al ordenanza a realizar una orden, el Comisario Nihilius se presenta como el responsable del 97º regimiento de la Guardia Imperial, y aunque en su rostro se podía ver claramente el descontento ante lo que la Inquisición había enviado tras unas breves palabras de cortesía les pone al corriente de lo ocurrido en el planeta, no sin antes recordar a Gianna su pasado de Guardia Imperial y que aun podía arrestarla o algo peor si no le mostraba respeto, una parte de los trabajadores efectuaron distintos ataques a las minas y a puntos claves de ellas, por lo que habían podido averiguar gracias a documentos requisados a los traidores, estos abrazaban una secta o organización que se hacían llamar la Hermandad de la Malicia, con su potencia de fuego consiguieron acabar con brevedad con este levantamiento, los pocos insurgentes que escaparon se escondieron en las profundidades de la mina Gorgónida, y ahí fue donde empezaron a ocurrir los problemas, dos compañías se internaron para reducirlos pero cuando llegaron a la parte de la mina llamada la Escombrera algo horrible ocurrió, las dos compañías sufrieron un taque de algo horrible, desde luego algo caótico, los pocos que consiguieron salir o habían perdido la cabeza o habían quedado marcados por lo que habían visto u oído allí dentro, como dictaminaba el protocolo la mina había sido sellada hasta la llegada de los Santos Ordos de la Inquisición, tras ponerlos al corriente les recomienda pasar por el furriel para recoger lo que necesitasen y en una hora se veían en la entrada a la mina, como habían pedido el soldado Jurtz les recogería en las estancias del furriel y les llevaría hasta la entrada de la mina.
De camino al furriel pasaron por la tienda donde Octo había escuchado los gritos de aquel soldado atado a un poste, aun con la intriga de que le podía pasar decidieron averiguarlo, había sido uno de los supervivientes de las compañías que perecieron dentro dela mina, el hombre estaba loco, no paraba de reír con una risa histérica mientras no dejaba de gritar que veía ojos y sangre por todos los sitios, poco más se podía sacar de allí por lo que fueron hasta el furriel, una ostentosa cojera y sobre todo la falta de nariz junto con su sobrepeso hacía difícil mirarle a la cara sin apartar la vista, allí pudieron recoger comida, agua, cuerda y una lamparas, de armamento estaban escasos por lo que tendrían que apañarse con lo que llevaban ellos, salvo cuatro granadas de fragmentación que le entrego a Xanthia tras insinuarle que se las podría pagar con algo mas material, esta le siguió el juego prometiéndole que a la vuelta de la mina tendrían un encuentro mas intimo, tras el coqueteo de Xanthia con el furriel y haber recogido todo el material se encaminaron hacía la entrada de la mina acompañados del soldado Jurtz.
Durante el recorrido hasta la entrad de la mina pudieron sonsacarle a Jurtz que como había dicho el Comisario allí dentro habían ocurrido cosas extrañas, el había estado pero antes de llegar se empezaron a escuchar los primeros gritos de sus compañeros, eran gritos desgarradores, él huyo como un niño aterrado, y aunque sentía una gran vergüenza por ello el miedo era tan fuerte que por nada volvería a entrar en aquel lugar, solo les pidió un favor, traer de vuelta a su amigo Hastur, también había entrado a la mina y quizá aun podría estar vivo, tras casi media hora de camino por fin llegaron a la mina Gorgónida, la entrada había sellada con una gran piedra con el sello del Aguila Imperial, allí esperándolos estaba el Comisario, a una orden suya el sello Imperial fue liberado y dos grandes bestias empezaron a tirar de gruesas cadenas para poder mover la piedra que sellaba la entrada, se necesitaba media hora para abrir el hueco suficiente para que pudieran entrar, una vez dentro la entrada volvería a ser cerrada por lo que el Comisario les recomendó que a su vuelta no deberían de venir con prisa..., tras una palabras de despedida por fin los cuatro acólitos penetraron por el resquicio que se había abierto, el ambiento dentro estaba bastante cargado y unos metros mas adelante dieron con un montacarga que con el que descendieron varios cientos de metros a una oscuridad cada vez mas insondable...
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