Maximilian von Steinhoff y Juliane Fassbinder habían recorrido un largo y tortuoso camino hasta llegar, aquello había dejado muy mermado sus poderes, necesitaba descansar antes de penetrar en el corazón del castillo, allí estaba lo que tanto ansiaba, podía percibir su poder, casi tocarlo con sus delgados dedos..., la mano de su amada rozó la suya, si, notaba el cálido olor a sangre caliente, estaban cerca, abrió los ojos mientras una implacable sed de sangre lo envolvía...
Bardul les acompañó hasta el final del pasillo, allí estaba la habitación del escribano, penetraron en ella, la estancia había tenido días mejores, parte de la estantería estaba rota, los libros y papeles se deshacían con el tacto de los dedos, junto a un escritorio estaba Stanislav Goethe, o más bien su silueta traslúcida, como bien les había advertido Bardul era un fantasma, los huesos descansaban en un montón al lado del escritorio, en el escritorio se podían ver distintos libros con anotaciones de entradas de mercancías, Stanislav era un hombre con descendencia kislevita, de un humor de perros, los trato como patanes hasta que Ogmund audazmente saco a relucir el nombre de Durgul, por lo visto el odio que sentía hacía aquel personaje era más fuerte que las dudas que tuviera de las intenciones de nuestros héroes hacia su señor Drachenfels, trato a Durgul como un sucio ladrón del tres al cuarto, alguien que nunca llegaría a hacer sombra a su señor, tras hablar con él les quedó claro que no sabía cómo penetrar a la torre central del castillo y con ello a las catacumbas donde descansaba su señor, aunque según sus palabras en ellas había más huéspedes, un mutante llamado Gerd y un antiguo aprendiz de Drachenfels que perdió su cordura hace tiempo, lo que si que hizo fue ordenar a Durgul que les buscara habitaciones para que pudieran descansar hasta que su señor subiera de su descanso, seguro que estaría ansioso de las nuevas noticias que traían sobre Durgul, aquello les acarrearía grandes recompensas de su señor, con estas últimas palabras y con una sonrisa taimada abandonaron la habitación, una vez fuera convencieron a Bardul para que les llevará a esas escaleras que descendían hasta una puerta que el miedo y lo que le dijo su amo tanto le aterraba, acompañando a Bardul descendieron las escaleras que les habían llevado hasta su habitación, cuando llegaron al pasillo y se dieron la vuelta las escaleras en vez de ascender ahora descendían, descendieron por ellas y caminaron por un largo pasillo que poco a poco se fue envolviendo en niebla, primero una niebla ligera hasta hacerse tan densa que les impedía cualquier visión, cogidos de las manos llegaron hasta el final del pasillo, allí les aguardaba una puerta de roble con finas filigranas, al tocar la puerta estas empezaron a moverse formando un Sol, una Luna y un cuadrado sin nada en su interior, con miedo a lo que pudiera ocurrid Ramkir abrió la puerta, una luz dorada inundaba todo el lugar sin poder ver lo que les aguarda en su interior, uno detrás de otro entraron en su interior.
Ante ellos tenían una gran sala iluminada por una luz dorada que entraba por una ventana situada en un lateral, delante de ellos había una mesa con jarras ornamentadas llenas de un delicioso vino, a su lado bandejas de galletas recién cocinadas, enfrente de la mesa una tumbona con cómodos cojines que parecían invitarlos a tumbarse a descansar, al fondo de la habitación tres espíritus guardaban una puerta, los tres espíritus eran elfos vestidos con largos hábitos con un laúd bordado, parecían iniciados del Dios élfico Liadriel, patrón de la poesía, música, baile y el vino, parecían igual de aturdidos que ellos de estar en aquel lugar, con cautela empezaron a intentar hablar con ellos para saber sus intenciones, los fantasmas no les dejarían pasar, más allá de esa puerta sólo había muerte y lo que era peor, la pérdida de sus almas, y no podían permitir que aquello les ocurriera y podían evitarlo, nuestros héroes intentaron convencerles de que aquello era a lo que habían venido, a acabar con ese mal, pero según pasaba el tiempo empezaron a sentirse más cansados y como una ligera somnolencia les inundaba, con lo que tanto Ogmund como Ramkir empezaron a lanzar sus hechizos para fortalecer sus armas, en ese momento los fantasmas élficos empezaron a pronunciar palabras extrañas y del suelo delante de ellos se elevó una barrera de zarcillos que se elevó hasta el techo, por suerte la magia de Ramkir esta vez si que funciono y con un circulo de su mano hizo desaparecer esa pared desapareciendo según caía al suelo, con urgencia Ramkir volvió a hablar con los espíritus pues las ganas de dormir eran cada vez era más intensas, no querían hacerles ningún daño, no les habían atacado, solo querían pasar y acabar con el mal que había mas allá, antes esas ultimas palabras los espíritus se apartaron dejando paso franco a un Erwin aún en pie, cargado con el cuerpo de Ramkir y de Ogmund atravesó la puerta.
Al otro lado de la puerta la luz era completamente distinta, una luz violeta dejaba vislumbrar una habitación parecía de la que venían, al lado de la mesa había un incensario del cual emanaba un ligero humo que inundaba toda la sala, al lado en una especie de tumbona estaban dos bellas mujeres con apenas ropa que tapara sus esbeltos cuerpos, en cuanto Erwin las vio dejó a sus compañeros apoyados en la pared, mientras las dos mujeres se levantaron dejando caer al suelo la poca ropa que tapaba sus encantos, ante aquella visión Erwin empezó a despojarse de sus pertenencias mientras se acercaba hasta ellas sumido completamente en sus encantos, estas lo recibieron con los brazos abiertos mientras acariciaban su cuerpo con sus manos y lenguas, en ese momento Ramkir recuperó la conciencia viendo una escena muy distinta a la que Erwin estaba viviendo, rodeando a Erwin había dos diablillas de Slaanesh, por suerte su grito de aviso hizo salir de su estado a Erwin logrando apartarse de ellas antes de que pudieran acabar con él, en ese momento junto a Ogmund que despertó un poco más tarde se enzarzaron en combate logrando acabar con ellas y tras cerrar alguna herida de Erwin con las plegarias de Ogmund siguieron por la puerta del otro lado de la estancia.
La tercera habitación tenía el mismo mobiliario, en la mesa se podían ver jarrones con agua cristalina y grandes lirios, la luz que inundaba esta estancia era de un blanco puro, y al final custodiando la puerta un guerrero con un mandoble y una coraza les miraba tan aturdido y confuso como ellos, en su pecho de su coraza llevaba el emblema de un puño dorado, el emblema de Solkan, el Dios de los cazadores de brujas, encargado de erradicar al Caos en todas sus formas, por desgracia la confusión le duró apenas unos segundos, tras lo cuales cargó hacía ellos, por suerte entre los tres pudieron hacerle entender que buscaban el mismo propósito, el de acabar con el mal que habitaba en ese castillo, incluso se dispuso a acompañarlos ante semejante empresa, por desgracia en cuanto intentó atravesar la puerta desapareció de sus vistas, con cautela cruzaron la puerta entrando a una habitación donde no había ninguna puerta, detrás de ellos solo ya no había puerta, la estancia estaba iluminada de un tono rojizo, frente a ellos una gran mesa presidía la escena, sobre ella había un ataúd abierto y a su lado una mujer con ropajes negros y la tez muy pálida los miraba fijamente, a su alrededor se veían los dibujos pintados en el suelo que representaban al Dios de la sangre Khaine, cuatro candelabros negros con sendas velas negras estaban colocados en cada una de las esquinas y en su centro cuatro cuencos con algún líquido rojo, la mujer en cuanto les vio aparecer toma la palabra, con un pergamino en la mano y acercándolo a la vela intentó que la escucharan antes de cometer una imprudencia, al igual que ellos querían entrar en la torre del gran hechicero Drachenfels, buscaban un objeto que les pertenecía y solo mediante el hechizo que tenía en la mano y con la colaboración de todos podrían abrir el portal, era el momento de unir fuerzas momentáneas, mientras la mujer les exponía sus ideas del ataúd pudieron ver cómo un hombre joven y apuesto se levantaba, su tez al igual que la de la mujer era pálida, contrastando con sus ojos enrojecidos, en ese momento Ramkir dio un paso adelante y manejando los vientos de la magia creo tres bolas de fuego que lanzo sobre la mujer haciendo que parte de sus ropas y el propio pergamino ardieran, tanto la mujer como el hombre mostraron unos largos colmillos mientras sus miradas de odio miraban a nuestros héroes...
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